Mantenella y no enmendalla
Rectificar siempre es de sabios, aunque suele ser rara avis en política. En política, lo habitual es mantenella y no enmendalla. El Gobierno pretende corregir el disparate que cometió en la concesión de las tarifas de telefonía UMTS; pero, eso sí, sin reconocer abiertamente la equivocación. En el fondo, más que enmendar el error, lo que intenta es acallar las voces críticas. De nuevo se nos quiere dar gato por liebre. Se establece un canon anual de 160.000 millones y se afirma que, como va a durar 20 años, el Estado va a cobrar 3,2 billones, cantidad igual a la que habría obtenido si las licencias se hubiesen adjudicado por subasta. La cosa, sin embargo, es bien distinta cuando se lee la letra pequeña. Empezando porque de los 160.000 millones sólo 100.000 son los que gravan las licencias de UMTS, y continuando porque cualquiera que haya solicitado un préstamo conoce de sobra cómo varía el valor del dinero con el tiempo. El valor actual de una renta anual de 100.000 millones durante 20 años no es desde luego 3,2 billones, ni siquiera 2 billones. Dependiendo del tipo de interés, con toda probabilidad no alcanzaría ni siquiera el billón, cifra por supuesto muy alejada, a juzgar por lo que ha ocurrido en Gran Bretaña y en Alemania, de lo que las arcas públicas podrían haber conseguido con la subasta. Pero es que, además, más vale pájaro en mano que ciento volando. ¿Quién puede asegurar lo que ocurrirá dentro de diez, quince o veinte años? A largo plazo, todos muertos, que diría Keynes, o condonados todos los cánones. La decisión es sin duda una chapuza. No arregla nada. Una cortina de humo con la que tapar el escándalo y eludir la verdadera solución: declarar la lesividad de los contratos firmados.
En cualquier caso, la opción que ahora toma el Gobierno sí es en la práctica una retractación de todos sus anteriores argumentos, idénticos a los que aún siguen empleando los que defienden los intereses de las empresas adjudicatarias. Falacias sin ningún fundamento. En especial, aquel de hacernos creer que en España los precios iban a ser más reducidos por el simple hecho de que las licencias se hubiesen regalado a los operadores. Las empresas, tanto aquí como en Fernando Poo, situarán los precios al nivel más alto posible. La diferencia entre haber pagado o no por las licencias estribará únicamente en el volumen que alcancen los beneficios.