TRANSPARENCIA EN
Con el
pretexto de ser un tema muy delicado, el dinero público que se dirige a la
banca suele gozar de gran opacidad. Las reconversiones no se hacen con luz y
taquígrafos ni las partidas aparecen de manera explícita en los presupuestos.
La intermediación del Banco de España y de los Fondos de Garantía de Depósitos,
los mecanismos de avales y de deudas especiales extienden sobre ellas un manto
de oscurantismo. Así ocurrió en la crisis bancaria de los años ochenta y
principios de los noventa. Nunca terminamos de saber a ciencia cierta cuántos
recursos públicos consumieron.
La comisaria de la Competencia, Neelie
Kroes, ha exigido a España que defina y aclare el
funcionamiento del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), creado
para ayudar a la banca. “Las autoridades españolas tienen que decidir lo que
quieren hacer”. Bruselas considera que el marco general del FROB deja al
Gobierno un margen de discrecionalidad excesivo. La Comisión no está dispuesta
a conceder un cheque en blanco a España. O bien se concreta más el programa
general para que pueda ser aprobado en su conjunto o bien se somete a
aprobación cada una de las operaciones.
Las palabras
de la comisaria suenan dramáticas en los momentos
actuales. “Las autoridades españolas tienen que decidir lo que quieren hacer”.
¿Es que a estas alturas aún no sabemos lo que queremos hacer? El Banco de
España parece preocupado exclusivamente por abaratar el despido y reducir las
pensiones sin dar pasos definitivos en el saneamiento de las entidades
financieras. Bien es verdad que la dependencia que las cajas de ahorro tienen
de las Comunidades Autónomas complica tremendamente el proceso, pero tampoco se
percibe ningún avance respecto a los bancos. Lo cierto es que el crédito
continúa en buena medida colapsado y con precios en
muchos casos abusivos.
Conviene tener muy presente que sanear el
sistema financiero es algo más que rescatar los bancos en quiebra o mantener
vivas las entidades que sufren dificultades. Consiste en conseguir que después
de la crisis exista un diseño adecuado capaz de servir a los ahorradores y de
canalizar el crédito con buenas condiciones a los inversores. Hay que huir de
incrementar la concentración, que tan sólo intensificará la tendencia al
oligopolio que en estos momentos ya tiene el mercado. Una de las principales
carencias que ha presentado siempre nuestro sistema financiero es la
indefensión en que se encuentran los clientes frente a las entidades, asunto al
que el Banco de España nunca ha prestado el menor interés.
Por otra parte, tal como ha demostrado la actual crisis internacional, la existencia de megaentidades incrementa el riesgo y lo convierte en sistémico. Es preciso poner coto a las tendencias imperialistas de algunos bancos. Lo ocurrido en esta crisis con Islandia nos advierte del riesgo de que las entidades financieras terminen mediante sus inversiones en el extranjero adquiriendo un tamaño tal que, en caso de crisis, no puedan ser respaldadas por el Estado o lleve a la quiebra al propio Estado.