Doble historia de Fonseca

A pesar del posibilismo que ha caracterizado el teatro de Buero Vallejo, hubo una obra, La doble historia del doctor Valmy, que debió estrenarse en el extranjero. La tortura era un tema tabú en el antiguo régimen, aun cuando la acción se desarrollase en una inventada Surelia.

Han transcurrido ya veinticinco años desde la muerte del dictador y, sin embargo, no podemos erradicar la sospecha de que los malos tratos y la tortura todavía persisten en nuestro sistema policial. De vez en cuando surgen ante la opinión pública casos como el del guineano Fonseca, muerto en una comisaría de Arrecife, en los que los hechos y las mentiras, imprecisiones, oscurantismo y contradicciones de Interior plantean todo tipo de dudas y temores.

La historia del Doctor Valmy es doble. Además de la que abarca propiamente toda la obra: la de la tortura, la de los verdugos y sus víctimas, Buero deja entrever otra. Es la historia de la actitud que la sociedad adopta ante ellos, la de la mujer en traje de noche y el hombre de smoking. Anónimos, aparecen únicamente al principio y al final de la obra; prefiguran a los espectadores del teatro y de la vida, nos representan a todos. Ellos son la gente guapa, la satisfecha, los de vida fácil, los que no quieren saber, los que afirman que «la historia es falsa» o «al menos, exagerada», «en todo caso, si sucedió algo parecido no fue entre nosotros, esas cosas sólo pasan, si pasan, en algún país lejano». Si lo sabrán ellos que eran vecinos. Comodidad, indiferencia, ignorancia culpable. Ese es el mal que aflige a estos dos pacientes. Al día siguiente, el Doctor Valmy les dio el alta: «En nuestro extrañísimo mundo, todavía no se puede calificar a esa incredulidad de locura y hay, como ellos, millones de personas que deciden ignorar el mundo en que viven, pero nadie los llama locos».

Cerramos los ojos cuando lo de Lasa y Zabala. Hacemos oídos sordos a los informes anuales de Amnistía Internacional. Hemos usado como pretexto el terrorismo. Me lo dijo en los primeros años 80 un alto cargo socialista, que después sería ministro: «El terrorismo nos ha impedido reformar la policía». Entonces no le comprendí del todo; más tarde, sí. Continuamos sin reformarla. Jamás nos preguntamos por qué se permite mantener 72 horas a los detenidos en las dependencias policiales, antes de ponerlos a disposición judicial, plazo que no admite comparación con el de otros países. Continuaremos negando. Lo de Lanzarote, una exageración. «No hay que armar tanto ruido por tan poca cosa». «Siempre hay alguien que se excede». En todo caso, la tortura desapareció con el franquismo.