La
desigualdad y la crisis
En EEUU, la Oficina
Presupuestaria del Congreso (CBO) elabora anualmente estadísticas sobre la
distribución personal de la renta, lo que debería ser causa de envidia para
otros países, como España, en los que no existe ningún organismo oficial
encargado de ofrecer esta clase de estadísticas. Hace unos meses, la CBO
publicó un informe en el que se recogen datos desde
Los datos son
enormemente expresivos de cómo en estos 27 años ha aumentado la desigualdad
social. El primer rasgo a señalar es que la renta media de los hogares ha
crecido en este periodo un 50%, lo que viene a significar un incremento
promedio interanual del 1,16%, pero los ingresos de todos los americanos no han
aumentado en ese porcentaje. El 80% está por debajo de la media y tan sólo el
20% de más renta lo ha hecho por encima (un 86%). Si a los hogares del primer
quintil, es decir al 20% con menores ingresos, les correspondía en 1979 un 6,8%
de la renta total, en el 2006 les corresponde únicamente un 4,7%, mientras que
los situados en el quinto quintil (20% de más renta) pasan de distribuirse el
42,4% de la renta en 1979, al 52,1% en el 2006. Quizás el dato más escandaloso
corresponde a la evolución experimentada por el 1% de mayores ingresos. En 1979
se repartían el 7,5% de la tarta, en el 2006, el 16,3%.
Estos resultados,
que tal vez no difieran mucho de los que se obtendría en otros países, nos
pueden irritar pero no extrañar. El dominio ideológico del neoliberalismo
económico ha creado en estos años numerosos mecanismos que han dado lugar a
este aumento de la desigualdad en la distribución de la renta: descenso de los
salarios a favor del excedente empresarial, reducción de las prestaciones
sociales, peores servicios públicos y reformas fiscales regresivas.
Sin embargo, sí cabe
hacer una pregunta, ¿cómo es posible entonces que en estos años se haya
incrementado tanto el consumo privado? La respuesta no es demasiado difícil:
mediante el endeudamiento. Frente a la reducción de ingresos de las clases
populares, a estas se les ha facilitado financiación para que sigan
consumiendo, y así el PIB continúe incrementándose y aumentando los ingresos de
las clases altas. Pero no hacia falta ser muy perspicaz para darse cuenta de
que era un crecimiento a crédito que no se podía prolongar hasta el infinito.
En algún momento debía parar: el déficit exterior adquirió niveles difícilmente
sostenibles y la crisis estalló. Se afirma ahora que ya entramos en la
recuperación. Si no se corrigen los graves desequilibrios existentes, la salida
será en falso y dentro de muy poco tiempo volveremos a las andadas.