Terrorismo de Estado

El viernes pasado, desde estas mismas páginas, mi buen amigo Alberto Piris corregía el calificativo de locos que yo había predicado de aquellos que orgullosamente conformábamos la ciudadanía del mundo democrático y civilizado. Locos no, afirmaba, cómplices. Y desde luego no le faltaba razón.

Podría, frase a frase, suscribir la totalidad de su artículo. Todos somos cómplices de los crímenes y asesinatos que se están cometiendo. De sus planteamientos discrepo únicamente en colocar como causa de mi moderado apelativo "una cierta benevolencia hacia el género humano". Quizás el general Piris, llevado por la amistad que estoy seguro me profesa, me atribuye concepciones tan nobles como las que dominaron el mundo antiguo. Los griegos no creyeron en los pecados de la humanidad. Si había crímenes entre los mortales, se debía siempre, según ellos, a un desvarío, a una locura, (anoia, paranoia).

Por desgracia, mis planteamientos no obedecen a una visión tan optimista de la naturaleza humana, se fundamentan por el contrario en la decepción y en el pesimismo. Es un cierto escepticismo el que me conduce a no formular los temas en el plano ético, sino más bien en el estético, de mera coherencia intelectual. Puedo tolerar, con Ivan Karamazov, que "si Dios no existe todo este permitido", pero lo que me niego a aceptar es que nos tomen por tontos e intenten meternos gato por liebre. Lo que realmente me subleva es la hipocresía, el tartufismo, la pretensión de que demos por buenas las posturas más contradictorias.

Por eso los acontecimientos actuales me sacan especialmente de mis casillas. Constituye un profundo atentado a la inteligencia, escuchar al presidente Bush lanzar las más iracundas diatribas contra el terrorismo, al tiempo que practica el más abyecto terrorismo de Estado. Al mundo de lo irracional y de la incoherencia pertenece la actitud de la mayoría de los gobiernos, de casi todos los medios de comunicación, de muchos intelectuales que mientras se les llena la boca hablando de los derechos humanos, aplauden y apoyan la violación más flagrante de ellos por parte de la OTAN y de Norteamérica. Y, ¿qué decir de ese premio a los derechos humanos concedido a la ONU y a su secretario general? ¿Cómo se compagina con la postura servil y de aquiescencia que están teniendo éstos, frente a las acciones criminales de Estados Unidos y de los demás aliados?

Bush con total desprecio del orden jurídico internacional y de todas las Convenciones, ha vuelto a conceder a la CIA licencia para matar; licencia que al menos teóricamente le había quitado Carter en el año 1978. Ha dado a la Agencia la orden de ejecutar a Osama Bin Laden de forma inmediata, en cuanto le encuentren. Terrorismo de Estado. Igual al que practica de forma habitual el Estado de Israel, y similar al cometido por el GAL en nuestro país.

He desaprobado siempre el terrorismo de Estado. He condenado y condeno el GAL. Repudio el terrorismo practicado por EEUU y el Estado de Israel, pero la repugnancia mayor me la produce el fariseismo, cinismo e incongruencia de los que habiéndose rasgado las vestiduras con el GAL, apoyan y alaban ahora las actuaciones de Bush, de Estados Unidos y de la CIA. Al menos deberían ser consecuentes y, secundando a Rodríguez Ibarra, colocar a Barrionuevo y compañía en una hornacina.