Fraccionamiento
del sistema sanitario
Que viene el lobo.
Todos conocemos la fábula de Esopo y recordamos cómo el pastor asustaba
gratuitamente a sus vecinos con la presencia del lobo. Cuando el lobo llegó de
verdad, nadie le creyó. Al PP le puede suceder algo similar, adopta con
frecuencia tonos tan apocalípticos que termina perdiendo credibilidad. El PSOE
sabe sacar ventaja de tal actitud: puesto que las predicciones de la oposición
están lejos de cumplirse al cien por cien, descalifican y ridiculizan toda su
crítica, aun en aquellos planteamientos en los que pudieran tener razón, y
presentan como perfectas todas las actuaciones del Gobierno.
Tomemos como ejemplo
la política autonómica y territorial. El PP llevó su crítica al Estatuto de Cataluña
a posiciones demasiado catastrofistas, lo que ha permitido al Gobierno y a su
entorno mofarse razonando del siguiente tenor: “El Estatuto se ha aprobado y,
en contra de algunas profecías, España continúa sin dividirse”. El argumento es
en verdad simplón e implica un concepto de España metafísico o hipostasiado,
algo próximo a la definición joseantoniana de unidad de destino en lo universal. Ser o no
ser. Otros preferimos hablar del Estado español, y tener de él un concepto
funcional, conglomerado de múltiples facetas o funciones. La unidad no se
plantea como todo o nada. La unidad no se pierde en un único momento. La
división es algo progresivo y parcial que acaece según se van quebrando y
troceando cada una de las competencias del Estado.
Se han dividido la sanidad, la educación,
los tributos; se ha fraccionado la política agrícola, la
medio ambiental, la de vivienda, la fiscal, la comercial, la de emigración, la
industrial, la lingüística, buena parte de las obras públicas, los servicios
sociales y un largo etcétera. Incluso en algunas Autonomías también está
transferida la policía. ¿Acaso no son más los lazos que se han roto que los
hilos de unión que permanecen? Cierto que todo esto no cabe imputársele en
exclusiva al Estatuto de Cataluña, cierto que viene de más atrás, pero es
innegable que éste y el resto de estatutos, que lo copiarán aunque sea de forma
parcial, van a colaborar intensamente a que este proceso continúe y a que la
separación se ahonde mucho más.
Unión o división?
División, sin duda, de la política de emigración, cuando los responsables de
¿Unión o división? División, ciertamente, en
También el Ministerio de Sanidad y Consumo
se ha mostrado incapaz de unificar los tiempos máximos de demora en todas las
Comunidades Autónomas, a pesar de anunciar en abril de 2004 que no deberían
pasar de siete días para una prueba de diagnóstico, diez días para la primera
consulta con un especialista y cuarenta y cinco días para una intervención
quirúrgica programada. Estos tiempos, tres años después, constituyen una utopía
y la situación es radicalmente distinta según donde resida el paciente, ya que
cada Autonomía ha establecido periodos diferentes en su ley de garantías.
Buen ejemplo de esta disparidad se encuentra
en las posiciones extremas de Castilla-La Mancha y Cantabria. Mientras que en
la primera se establece que la demora en las pruebas diagnósticas no puede
pasar de siete días, en Cantabria se fija en treinta, y en las operaciones
quirúrgicas estos tiempos pasan a ser de noventa y ciento ochenta días,
respectivamente.
Por otra parte, los plazos de demora fijados
son más teóricos que reales, puesto que las trampas para ocultar los
incumplimientos de las propias normas dadas son generalizadas. Quizá las más
llamativas sean las que realiza
Las Comunidades se quejaron de que la
transferencia de la sanidad se había hecho por parte del Gobierno del PP con un
importante déficit de financiación, pero ello no impidió que todas ellas la
aceptasen aunque no estuvieran dispuestas a acudir al llamado céntimo
sanitario. Han logrado más financiación del Gobierno del PSOE. Sin embargo, no
está muy claro que hayan empleado estos nuevos recursos en la sanidad, como
tampoco está claro que estén dispuestas a elevar los impuestos cuando los
servicios sanitarios lo exijan. Reclaman
corresponsabilidad fiscal (rotura también del sistema fiscal), pero únicamente
para bajar los impuestos; subirlos resulta muy impopular.