Callejón sin salida

Era de suponer que los del PP estuviesen interesados en que se olvidase lo del efecto llamada, una vez que los hechos les habían dejado en ridículo, desmintiendo esa continua cantinela de que la laxitud de la antigua ley era la causante de que se intensificase el flujo de emigrantes. Pero la lógica no tiene nada que ver con la política, y el descaro y el desparpajo pueden ser infinitos, porque hete aquí que el delegado del Gobierno para la Extranjería no ha tenido el menor reparo, tras ocho meses de vigencia de la nueva ley, en seguir responsabilizando a la anterior de lo que ocurre en el Estrecho.

Los restantes miembros del Gobierno no han sido tan atrevidos, han tenido que sacarse otra justificación de la chistera. Y ahí estaba Marruecos. Culpan de pasividad a sus autoridades, de que no hacen nada para reprimir el tránsito ilegal de emigrantes; pero, ¿por qué iban a hacer algo? Los millones de marroquíes que trabajan en el extranjero, legales o ilegales, constituyen un fuerte apoyo a la economía de Marruecos, como en su momento lo fueron para la economía española las remesas de los emigrantes. La emigración es una válvula de escape a la contestación social interna y, además, muchos de los que se disponen a cruzar el Estrecho son subsaharianos en tránsito hacia Europa de los que Marruecos desea librarse cuanto antes.

El problema es para España, para Europa y, en general, para los países ricos; sin que de su gravedad hayamos tomado conciencia, porque tampoco somos conscientes de las enormes desigualdades que hoy dividen a la humanidad y de nuestra situación de privilegio. Como privilegiados en un mundo de miseria, estamos condenados a vivir en estado de sitio, fortificados, encastillados, rodeados de alambradas y de gendarmes que nos defiendan. Europa fortaleza. Pero nadie puede poner puertas al campo. Frente a la desesperación, de nada valen las fronteras, las murallas, la policía o las leyes. Desesperados están los que se juegan la vida en el Eurotúnel, y desesperados los que se adentran en el Estrecho en una patera. A los que no tienen nada que perder, poco les importan las medidas coercitivas. «Las revoluciones se producen en los callejones sin salida», afirmaba Bertolt Brecht. Y en un callejón sin salida ha encerrado el neoliberalismo a las cuatro quintas partes de la humanidad. Saquemos la consecuencia.