Gato por liebre

Con bastante frecuencia se nos pretende dar gato por liebre, ideología por economía. Es lo que está ocurriendo con el llamado pacto por la competitividad que se quiere aprobar en Europa. Comprende un conglomerado de medidas reaccionarias, inútiles para solucionar los problemas económicos de la eurozona, pero muy convenientes para el capital y las empresas.

 

A los ciudadanos españoles se nos han impuesto profundas reformas antisociales con la excusa de los mercados. Pero la reticencia de estos ante España se orienta por otros derroteros: la desconfianza en la situación de las entidades financieras y en que la economía española pueda recuperarse. Paradójicamente, sin embargo, la reforma de los bancos y de las cajas es la única que no se ha llevado a cabo todavía. ¿Cómo sorprenderse de que los inversores desconfíen de su solvencia si desde el Gobierno y desde el Banco de España se ha cambiado varias veces el discurso y la información facilitada? Se han perdido tres años negando lo evidente. Resultaba imposible creer que el estallido de la burbuja inmobiliaria y el fuerte endeudamiento exterior no hubiesen dañado la salud de las entidades financieras. El estrangulamiento del crédito era buena señal de ello.

 

Las últimas medidas adoptadas y la cifra de insuficiencia financiera difundida (15.152 millones de euros) son cuestionables. Una cosa son las necesidades de capital fijadas discrecionalmente por las autoridades nacionales o por Basilea (da igual) para cumplir un coeficiente de solvencia, y otra muy distinta la solvencia o insolvencia reales que presente cada entidad financiera, que no solo depende del capital de que se dote sino también del agujero creado en el activo por la exposición al ladrillo. La fijación en una cuantía mayor de capital necesario puede poner en dificultades a entidades que no lo necesitan y ser totalmente insuficiente para otras. Parece que lo único que se persigue es privatizar las cajas de ahorro.

 

La desconfianza de los inversores obedece también a sus dudas acerca de la capacidad de nuestra economía para recuperarse. Tienen razón; la pertenencia a la Unión Monetaria lo impide. Sin devaluación será muy difícil salir del estancamiento.