Cuevas no encuentra diferencia

Mire usted por dónde, después de tantos años el presidente de la patronal viene a darme la razón y afirma, en el primer aniversario del triunfo de Zapatero, que no encuentra ninguna diferencia apreciable entre la política económica del Partido Popular y la del PSOE. Hace mucho, muchísimo tiempo que lo tengo por sabido, desde aquellos gobiernos de González: en materia económica son intercambiables. Tanto monta, monta tanto.

Cuevas, hombre práctico, ha venido a reconocerlo. Y lo grave es que quizás a estas alturas de la función, aunque quisieran, no podrían ya diferenciarse. Cosa distinta hubiera sido en el 82, pero entonces no quisieron. Los dos tienen la misma política económica porque los dos carecen de política económica. La esencia del neoliberalismo económico es negar, hacer imposible, la política económica. La mejor política industrial es la que no existe, afirmaba un ministro de González. Se trata de despojar a los poderes públicos de todo protagonismo económico para entregárselo al mercado. Se privatizan las empresas y las decisiones, se desregula el mercado. Lo que priva son los reguladores independientes, sin sexo, sin democracia, pura oligarquía, tecnocracia.

Según avanza la Unión Europea se impone el modelo neoliberal y menos posibilidades tienen los gobiernos de instrumentar una política económica propia. No hay política económica europea, pero tampoco puede haberla nacional. Sólo mercado único, autorregulado, es decir, regulado por las fuerzas económicas. Los sindicatos se manifiestan en Bruselas por la Europa social. Quizás incoherencia, tras haber hecho propaganda a favor de la Constitución Europea, un tratado que exige unanimidad de todos los países miembros para cualquier acuerdo en materia social. ¿De verdad creen que por mucho que se manifiesten, van a poner de acuerdo a treinta naciones tan heterogéneas, aunque sea en una sola medida?

Alguna diferencia cabría en política fiscal (no demasiado grande, desde luego, porque después viene lo de la deslocalización y la globalización), pero tampoco quieren. El PSOE en la oposición criticó fuertemente las dos reformas fiscales del Gobierno de Aznar. Hubiera sido de esperar que, llegado al poder, corrigiese las medidas introducidas por los populares, pero no parece que vayan por ahí los tiros de la próxima reforma. Más bien lo que se vislumbra es que se va a consolidar la misma línea de actuación. La reforma se va a hacer sin ganas, tocando algunas cosillas de menor importancia para que no digan y porque estaban en el programa.

Bono arremete contra las balanzas fiscales de las Autonomías. Tiene toda la razón cuando afirma que pagar más impuestos no debe dar más derechos. Sería ciertamente obsceno que las Koplowitz, Amancio Ortega o Botín se quejasen de que tienen una balanza fiscal negativa. Igual de obsceno que cuando las Comunidades de renta alta afirman que tienen un déficit fiscal. Esa es la esencia de la política tributaria progresiva: que los ricos paguen mucho más que los pobres y que reciban igual o incluso menos. El déficit o superávit fiscal de las Autonomías es tan sólo el resultado de este juego. Cuando los políticos de una Autonomía rica se quejan de su déficit fiscal, de lo que realmente se están quejando es de que exista una política fiscal progresiva.

El neoliberalismo económico está en contra de los impuestos progresivos. Los ricos se rebelan contra la presión fiscal que consideran excesiva y las regiones ricas se quejan de que tienen un déficit fiscal demasiado elevado. Lo único raro es que se pueda afirmar que bajar impuestos es de izquierdas o que en Cataluña sean precisamente las fuerzas políticas que se denominan de izquierdas las que protesten por su déficit fiscal. Será una vez más que no hay diferencia.