Actos fallidos en el debate sobre
el estado de la Nación
Lo peor de los rituales
parlamentarios es que todo el mundo sabe de antemano qué van a decir los
protagonistas. Cada uno llega dispuesto a interpretar su papel y, con más o menos
gracia, nos recita el guión al que nos tiene acostumbrados. De ahí que cuando
el interviniente se arriesga a decir algo de su propia cosecha –en el argot
teatral, morcillas- sea lo mejor de
En el último debate sobre el estado
de la nación aparecieron dos de estos actos fallidos. --Por cierto, se debería
haber llamado debate sobre el estado de Cataluña y del País Vasco, a juzgar por
la atención dedicada a ambas Comunidades parece que todo se inicia y se termina
en ellas--. Decía que en el último debate aparecieron dos de estos actos fallidos.
Quizás, lo único esclarecedor de las sesiones. Se produjeron en la intervención
del portavoz del PNV y en la réplica que le proporcionó Zapatero.
El señor Erkoreka
centró su primera intervención en el apoyo que el PNV había prestado al
Gobierno, apoyo que, según afirmó con reiteración, fue desinteresado y basado
exclusivamente en la responsabilidad política y en la predisposición constante
mostrada por su partido de asegurar
Pero, inmediatamente después se
produjo el acto fallido, porque sin solución de continuidad comenzó a reprochar
al Gobierno los múltiples incumplimientos de las promesas realizadas a cambio
del apoyo recibido, dejando bien a las claras los verdaderos motivos de la
prestada ayuda parlamentaria, motivos crematísticos y dirigidos a que el País
Vasco obtenga beneficios frente a otras Comunidades como Castilla y León o
Es más, parece que se está gestando
ya la próxima factura a pasar por los apoyos futuros. No es de extrañar que
desde Andalucía se haya visto con suma suspicacia la entrega de caja Sur a
Bilbao Bizkaia Kutxa (BBK) en poder del Gobierno
vasco y se sospeche que constituye un anticipo del precio total a pagar
próximamente. Sea o no sea así, de lo que no cabe duda es de que, tal como
afirmaba en el artículo de la pasada semana, la reforma que se está efectuando
en las cajas de ahorros va a terminar en la privatización de la mayoría de
ellas e incrementará los desequilibrios regionales, ya que serán las Autonomías
ricas las que podrán mantener sus Cajas, incluso expandirlas, con el poder
económico que ello comporta.
En la réplica, Rodríguez Zapatero
también tuvo su propio acto fallido. En el calor de la controversia y ante la
acusación de que había tardado en reaccionar, alardeó de que él se había
atrevido a realizar una reforma laboral, lo que otros -en clara alusión al PP-
no habían hecho. Los votantes de izquierdas deberían tomar buena nota de la
afirmación porque quizás fue ésa una de las pocas verdades que el presidente
del Gobierno profirió en el debate. Los partidos socialistas en el poder se
atreven a aplicar medidas antisociales que la derecha no osaría llevar a cabo.
En España, las reformas laborales las ha acometido el PSOE. Varias, en tiempos
de Felipe González. El PP intentó la suya, pero hubo de dar marcha atrás ante
la presión sindical, y del propio partido socialista. Schröder
y los verdes acometieron en Alemania el Plan 2000, un ambicioso proyecto de
recortes sociales que allanó el camino a
El acto fallido de Zapatero tiene
mucho de verdad. Es muy posible que Rajoy no se hubiese atrevido a abaratar el
despido, a congelar las pensiones y a reducir nada menos que un 5% los salarios
a los funcionarios. Quizás hubiera hecho otras cosas, pero no éstas. Y es que
la derecha sabe que cuando acomete medidas antisociales se enfrenta con una
enorme oposición, oposición que se debilita si es un partido de la teórica
izquierda el que las emprende. La derecha no puede criticarlas demasiado y en
la izquierda siempre hay voces que intentan justificar las medidas y desactivar
la crítica con el latiguillo de que si vienen los otros es peor.
Habría que empezar a pensar si para
hacer una política económica de derechas, que es la que hacen los unos y los
otros, no sería mejor la derecha; al menos, las cosas estarían claras, no
habría confusión, ni malos entendidos. Cada uno en su sitio y desaparecerían
las coartadas y pretextos para no movilizarse. ¿Qué hubiesen dicho muchos
miembros del partido socialista si hubiese sido el PP el que hubiera
instrumentado estas medidas?