Los
caritativos de Génova
La policía, tras asesinarle, pasó por encima
con total desprecio del cadáver de Carlo Giuliani.
También lo hicieron los del G-8, al continuar indiferentes sus reuniones. ¿Y
por qué iban a turbarse? ¿Qué importancia puede tener un muerto más en esa
enorme estadística de los sacrificados y masacrados cada día por el orden,
desorden, económico internacional que ellos mantienen?
Lo peor, con todo, es la hipocresía.
Hipocresía hasta en los nombres. Zona roja ha llamado el cavalieri,
nuevo duce de Italia, al área reservada para el senado de dictadores.
Falsas condolencias mezcladas con reproches
a los manifestantes. No entienden las protestas. «No comprendo a los
manifestantes» declaró Guy Verhofstadt
presidente en funciones de la UE. «Nosotros, líderes de las naciones
participantes en las conversaciones para combatir la pobreza mundial,
lamentamos la pérdida de una vida». Así rezaba el comunicado que tras una cena
se vieron obligados a emitir los mandatarios de la mesa de póquer.
«Conservadurismo compasivo» en la nomenclatura del tartufo Bush.
Se reúnen para sacar de la miseria a los
países en desarrollo. Ya lo dice la coplilla popular: «El señor don Juan de
Robles con caridad sin igual primero hizo a los pobres y después este
hospital». Primero con el libre comercio y el intercambio desigual los sumimos
en la indigencia y en el subdesarrollo y, más tarde, creamos un raquítico fondo
para combatir el sida, recursos que, por supuesto, no se destinarán a la
adquisición de genéricos sino a subvencionar a la gran industria farmacéutica,
cuyos precios sin subsidio son prohibitivos para el Tercer Mundo. Primero les
ponemos el dogal de la deuda y después, de vez en cuando, aflojamos unos
centímetros, condonándoles parte de ella para que no se ahoguen del todo,
puedan seguir pagando y para obligarles, además, a practicar la política
económica que les impone el FMI.
¿Por qué protestan? Son hijos de papá,
retoños de las naciones ricas. Es verdad, el expolio a los pobres es tan
radical que hasta la censura y la critica son
potestativas en exclusiva del Norte. Seguramente, como en el 68, muchos de los
que ahora se manifiestan acabarán de banqueros, ejecutivos, o europarlamentarios,
plenamente integrados en el sistema, pero ¿y qué? Mientras tanto, prestan la
voz a los que no les está permitido tener voz. Así avanza la Historia, o al
menos, eso creemos.