Dinamizar
algunas economías
El Gobierno, en lo que se puede llamar su primer Consejo de Ministros,
ha aprobado once medidas para reactivar la actividad económica, once medidas
que, al igual que los mandamientos, según nos enseñaban antiguamente en el
catecismo, se cierran en dos: la devolución de los cuatrocientos euros a todos
los contribuyentes (6.000 millones de euros) y la eliminación del Impuesto de
Patrimonio (1.800 millones de euros). Como se puede apreciar, ambas absorben la
mayor parte del coste de todo el paquete: 10.000 millones de euros. En
realidad, Solbes hace de la necesidad virtud y presenta como medidas para
dinamizar la economía el cumplimiento de las promesas electorales que de forma
tan frívola y precipitada realizó el presidente del Gobierno.
Resulta difícil justificar o encontrar la razón para devolver de
manera uniforme 400 euros. Me refiero a la razón social o económica, porque
electoral y populista puede ser que existiese. La medida es, sin duda,
regresiva, no solo porque se dirige a todos los contribuyentes, tanto a los que
lo necesitan como a los que no, sino porque deja fuera precisamente a los que
no son contribuyentes, es decir, a los que son tan pobres como para que ni
siquiera tengan que tributar por el IRPF: los parados, la gran mayoría de los
pensionistas y aquellos asalariados precarios y con retribuciones reducidas.
La medida constituye una bonita forma de despilfarrar 6.000 millones
de euros (un billón de las antiguas pesetas). Se puede afirmar sin temor a
equivocarse que es regresiva, pero desde luego no tanto como las distintas
reformas del IRPF realizadas en los doce últimos años ¾incluida la última del
gobierno del PSOE¾, y la que el PP proponía en su programa electoral. El
Partido Popular no puede hablar mucho en materia fiscal, ya que todas sus reformas
se han encaminando a reducir la progresividad del sistema y a favorecer a los
contribuyentes de ingresos elevados y a las rentas empresariales y del capital.
Resulta, por tanto, absurdo que ahora critique las del actual Gobierno. Son
medidas que perfectamente podrían ser adoptadas por esta formación política si
gobernase.
Más que absurda, es cínica la contraposición que realizó el diario El
Mundo en su editorial del sábado pasado entre estas medidas y las que acometió
Rato al comienzo de su mandato allá por 1996, inclinándose, claro está, por
estas últimas y poniéndolas como paradigma y ejemplo de un programa para
dinamizar la economía. Y ejemplo son, desde luego, pero más bien de cómo
engordar ciertas economías: cambio de fiscalidad de las plusvalías,
regularización de balances, rebajas en el Impuesto de Sucesiones, etc. Todas en
la misma línea. Todas con el mismo objetivo.
Y a engordar ciertas economías va destinada también la medida de
eliminar el Impuesto de Patrimonio. Cuesta entender que sea un partido que se
proclama de izquierdas el que se proponga desterrar un gravamen que constituye,
o al menos debería constituir, uno de los principales instrumentos de política
redistributiva. La involución ideológica ha llegado a tal extremo, que lo mejor
que desde la izquierda se puede pedir a un gobierno es que no intervenga en la
actividad económica, porque últimamente toda intervención va siempre en el
mismo sentido que es el de incrementar la desigualdad y beneficiar a las clases
altas. Al final habrá que defender el laissez faire, laissez passer. Quizás las capas más desfavorecidas de la población
acaben por tener que decir al poder político: no nos ayuden, que es peor.
En esta ocasión puede que tenga razón el gobernador del Banco de
España cuando reclama al Ejecutivo que se abstenga de actuar y deje jugar a los
estabilizadores automáticos. La dificultad se encuentra en que uno de los más
importantes, el seguro de paro, ha ido perdiendo potencialidad mediante
diferentes reformas laborales. Lo más efectivo sería que los 10.000 millones de
euros se utilizasen para situar esta prestación en los niveles adecuados y para
realizar políticas vigorosas de empleo. Las medidas más coherentes de las
aprobadas son las que se refieren a esta materia, pero lo cierto es que tan
solo se dedican a ello 200 ó 300 millones de euros de los 10.000
presupuestados. Si, tal como se dice, la intención es incentivar el consumo es
evidente que orientar los recursos al seguro de desempleo tendría mucha más
eficacia que eliminar el Impuesto de Patrimonio o repartir indiscriminadamente
400 euros, aunque tan solo sea porque la propensión a consumir va reduciéndose
según se incrementa la renta. Además, este aumento de gasto público no se
consolidaría, por el contrario, tendería a desaparecer tan pronto como se
reanimase la economía y se redujese el paro.