La OCDE y las pensiones
Si Darwin viviera tendrían que dedicarse a estudiar la
evolución y adaptación de las organizaciones internacionales, tal como hizo
con las especies. Sólo que
en el caso de las primeras, ninguna desaparece, por más que haya
dejado de tener
sentido la función para la
que fue creada. El FMI
y la OCDE
constituyen ejemplos típicos. El FMI
ha sobrevivido al sistema monetario
de Bretton Woods, y se ha reciclado transformándose en el gendarme
de los países
ricos para mantener en los pobres la ortodoxia neoliberal. La
OCDE, fundada, aunque con otro
nombre, para
administrar el plan Marshall, no se sabe muy
bien para qué
sirve ahora, y cuál es su
actual misión, como no sea el
de centro emisor
de cultura económica conservadora, y coartada
de los gobiernos
parar adoptar políticas antipopulares y retrógradas.
La OCDE acaba de
publicar un informe en el
que califica de generoso el
sistema de pensiones de nuestro
país. Supongo
que tal afirmación
habrá sonado como un latigazo
en los oídos
de millones de jubilados que hoy subsisten
con pensiones de auténtica miseria.
Pero es
que, además, las cifras objetivamente
consideradas desmienten tal aseveración y sitúan a
España en la cola de Europa
en esta materia. Según datos
de Eurostat, comparando el porcentaje que el gasto en
pensiones absorbe del PIB en todo los países europeos, España sólo está
por encima de Irlanda -
que no incluye todo el gasto
en este concepto-
, y aproximadamente al mismo
nivel que Portugal,
existiendo una diferencia de al menos
tres puntos porcentuales con respecto a
la media europea.
A igual
conclusión se llega de un estudio
específico realizado en el año
2000 por Eurostat. En él se analizan
para 1996, en
ecus y tras
haber homogeneizado por el poder
de compra, los ingresos medios anuales por pensiones
en los hogares
de trece países. Nuestro país
se halla en
uno de los últimos lugares con 4.843 ecus, mientras
que la media
de los trece
alcanza 7.233 ecus, y
países como Francia, Alemania, Bélgica
y Holanda se encuentra
alrededor de los 10.000 ecus.
La OCDE,
adoptando un tono apocalíptico y basándose, cómo no, en la presunta
evolución de la población, anuncia dificultades sin cuento dentro de treinta o
cincuenta años para nuestro sistema público de pensiones.
Aparte de lo
aleatoria que resulta siempre cualquier predicción a tan largo
plazo, todas estas premoniciones parten de un grave
error, establecer el problema en
términos de relación activos-pasivos; dicho de otra
manera, pretender que las pensiones
deban financiarse exclusivamente con las cotizaciones sociales y no
con todos los
recursos del Estado.
Cualquier país desarrollado casi ha duplicado
su renta per
cápita en los
últimos treinta años, y
es de suponer que otro tanto
ocurrirá en el futuro,
sea cual sea
la pirámide de población. ¿Por qué razón
no vamos a
poder conservar aquellos servicios y prestaciones que sí podíamos
mantener cuando éramos cuatro veces más pobres? El problema,
de existir, no es de
producción, ni de falta
de recursos, es un problema
de redistribución, de voluntad
social y política, de criterio
a la hora
de repartir la riqueza y
la renta.
La cuestión radica en saber si
vamos a ser
capaces de preservar un sistema fiscal
progresivo que incidiendo sobre todas las
rentas y sobre
esa enorme riqueza generada, permita financiar los servicios y prestaciones
del estado social. La amenaza
al sistema público de pensiones no
proviene de la pirámide de
población, sino de ideologías
y discursos como los de
la OCDE,
que con pretextos más o menos
ingeniosos, atacan toda política
redistributiva y ven en los
fondos privados una apetitoso manjar con el que favorecer a
las instituciones financieras.