Melitón Manzanas

Pretendemos juzgar y condenar a los torturadores de medio mundo, al tiempo que condecoramos a los nacionales. Se acaba de conceder la Gran Cruz del Reconocimiento Civil a aquel Melitón Manzanas de infausta memoria, jefe de la brigada políticosocial de San Sebastián, colaborador de la Gestapo, sayón y torturador de cientos de antifranquistas. El Gobierno se defiende afirmando que se ha limitado a cumplir una ley aprobada en el Congreso. Endeble justificación.

El Grupo Popular dispone de mayoría parlamentaria y, además, se opuso a la enmienda del PNV que, con tino, proponía que su aplicación no fuese desde 1968 sino desde el comienzo de la democracia. Pero la responsabilidad del PP no exonera al PSOE ni a IU ni al propio PNV, que acabaron votando la ley. Resulta ridículo que ahora se rasguen las vestiduras. Tendrían que haberlo pensado antes.

Es lo que se deduce de tanto pacto y consenso. Es lo que sucede cuando, en determinados temas, las posturas irracionales y sin matices acaban imponiéndose. Entre las innumerables consecuencias negativas del terrorismo no es la menor la actitud que la sociedad va asimilando de blanco o negro, y la creencia de que para combatir a ETA todo es lícito. Resulta irónico que después de poner tanto empeño en mantener cerrada y superada la etapa de la dictadura, ahora, varias décadas después, se reabra con una ley que remonta sus efectos a 1968 y que se haga no precisamente para juzgar a los tiranos, a los usurpadores del poder, a los torturadores, sino para condecorar a uno de ellos.

Condenar por igual toda violencia conduce a situaciones paradójicas, en especial si al tiempo se bombardea a otros países con plutonio o con uranio empobrecido. Se puede estar a favor o en contra del tiranicidio, pero resulta bastante absurdo equipararlo a una masacre indiscriminada en un centro comercial. Homologar a la ETA de la dictadura, se estuviese o no de acuerdo con sus métodos, con la ETA actual sólo favorece a los terroristas.

Sin el franquismo, ETA seguramente no hubiera existido. Es más, el Estado se legitima frente el terrorismo tanto más cuanto más democrático sea y permita que todas las ideas aun las que se juzguen más disparatadas y perniciosas puedan ser defendidas. Por el contrario, cuando henchidos de santa ira, creyendo combatir a ETA, cercenamos la libertad de expresión, lo único que hacemos es el juego a los terroristas.