Son
pero no son
Al tiempo que Nueva
York quedaba en la más absoluta oscuridad, aquí en España, en Puertollano, saltaba la tragedia. A pesar de la distancia,
algo tienen en común ambos sucesos. El apagón americano ha puesto de manifiesto
el riesgo inherente a una política privatizadora y de desregulación de los
sectores estratégicos; el accidente de la petroquímica, los efectos negativos
de desmembrar el mercado laboral.
Puede que se llegue a la conclusión de que
el incendio de Repsol ha sido fortuito. Pero ese no es el tema. El caso es que
la muerte de seis trabajadores y otros cuatro en gravísimo estado, todos ellos
subcontratados, ha sido el detonante para que se manifieste con gran virulencia
el malestar de estos asalariados. Más de la tercera parte de los que trabajan
en las instalaciones de Repsol en Puertollano no
pertenecen a esta empresa, sino a otras que a su vez contratan con la
petrolera.
Son pero no son, prestan sus servicios a
Repsol, pero Repsol no tiene ninguna obligación frente a ellos. Dependen de
sociedades que pueden declararse insolventes en cualquier momento. Sus
condiciones laborales son infames, como han gritado estos días a todos los que
han querido escucharles.
La externalización de los servicios, la
subcontratación, es uno de los últimos inventos de un capitalismo depredador,
llamado neoliberalismo económico, con el que las empresas pretenden romper todo
nexo con sus trabajadores y librarse de cualquier responsabilidad, sustituir las
relaciones laborales por contratos mercantiles. Hubo, al menos en teoría, otro
capitalismo, mitad capitalismo, mitad socialismo: economía mixta, economía social de
mercado, que definía a la empresa como la conjunción de factores de producción.
La mano de obra en igualdad con el capital. Nada de eso queda ya, si alguna vez
existió. Por no quedar no quieren que quede ni la dependencia laboral, por
precaria que sea. Y al desaparecer, van desapareciendo también los sindicatos
como fuerzas reivindicativas. Reacciones como las de los trabajadores de Puertollano deberían hacer pensar a las organizaciones
sindicales.
Las entidades financieras,
Telefónica, Iberdrola, Altadis, Siemens, Repsol, Planeta y en general todas las
grandes compañías no dejan de vomitar trabajadores fijos y reducir plantilla.
Aprovechando una legislación permisiva plantean expedientes de regulación de
empleo sin que ninguna situación crítica lo justifique. Más tarde, se contrata
para realizar los trabajos a otras empresas, y éstas a su vez a otras, hasta
que se pierde el rastro y cualquier lazo de unión del trabajador con la empresa
original. Es el mercado laboral que hemos construido. Es la creación de empleo
de la que tanto nos vanagloriamos.