Los diez negritos
En los mentideros de
Europa se decía hace unas semanas que en Alemania, comenzando por la propia Merkel, contemplaban la salida del euro de Grecia como algo
asumible; habían echado cuentas y les salía más barato enjugar las pérdidas que
se pudieran derivar de este hecho para Alemania y para sus entidades
financieras que apoyar un nuevo rescate al país heleno. Utilizaban la metáfora
de la cadena aplicada a Europa, cada país un eslabón; la eliminación del
eslabón más débil haría más fuerte la cadena.
Ahora se dice que
han cambiado de opinión y que la figura que manejan es la del dominó. La caída
de Grecia arrastraría uno tras otro al resto de los países; por ello, Alemania
y la TroiKa quieren evitar
la salida de la Eurozona del país helénico y están considerando, por tanto,
flexibilizar las condiciones de su rescate.
Pero ¿qué dice
Grecia? ¿Qué le conviene? ¿Cuál es su situación actual? Grecia es un país
intervenido, me atrevo a decir ocupado. Ha perdido su soberanía en la práctica.
El Gobierno es un títere en manos de organismos internacionales, irresponsables
democráticamente, y de otras naciones, sobre todo de Alemania. Su población se
ha empobrecido hasta extremos atroces. Cualquier descripción de las condiciones
de vida actuales de la sociedad griega da escalofríos. Se diría que se
encuentra en una situación de posguerra. Y parece que el proceso destructivo no
ha hecho más que empezar.
A pesar de todos los
sacrificios exigidos al pueblo griego, de los importantes recortes en su más
que parco Estado de bienestar, de haber adoptado todas las medidas impuestas
desde Berlín, Fráncfort o Bruselas, permanece hundido en la recesión y su
situación económica empeora sin que vea en absoluto el final del túnel. Si su
PIB se redujo en 3,5% tanto en 2009 como en 2010, en 2011 la disminución fue
del 7%, y es previsible que durante este año 2012 la contracción sea similar.
En cuatro años la economía griega ha perdido más del 20% de su PIB y nada
indica que pueda mejorar. El déficit público, a pesar de todos los ajustes,
continúa anclado en el 9%, aunque se convierte en tan solo el 2%, si
prescindimos de los intereses. Lo que indica que de nada vale que se reduzcan
más y más las partidas presupuestarias si las cargas financieras se
incrementan.
Pero con todo, lo
más grave (porque sin una devaluación elimina toda esperanza de recuperación)
es el déficit de la balanza por cuenta corriente. A pesar de encontrarse su
economía inserta en una gravísima recesión, esta variable asciende al 11% del
PIB, lo que significa que, lejos de disminuir el endeudamiento exterior, la
economía griega debe endeudarse en el exterior cada año por una cantidad
adicional, equivalente a un 11% de su PIB. Por otro lado, la economía griega
está sufriendo una permanente evasión de capitales. Se estima que han salido ya
camino de Suiza más de 280.000 millones de euros, el 120% del PIB griego, y el
proceso se acelera por días, sin que en esta situación el Gobierno griego pueda
hacer nada para evitarlo.
Es difícil de creer
que si hace cinco años Grecia hubiera abandonado el euro se encontraría en una
situación económica peor que la actual. Y lo que sí es muy posible es que en
estos momentos estuviese viendo ya la salida del túnel, o sabiendo al menos por
dónde debería avanzar, cosa que ahora no ocurre. Ahí está la experiencia de
Islandia. La situación de Grecia es agónica. ¿Cómo va a recuperarse sin
devaluar la moneda? El déficit exterior estrangulará por completo cualquier
atisbo de crecimiento. Todo hace prever que al margen de lo que piensen
Alemania y la Troika, antes o después va a tener que abandonar la Eurozona.
Pero cuanto más tarde lo haga, peor. No solo habrá perdido un tiempo precioso,
sino que tendrá que abordar los retos de la salida en condiciones económicas
mucho más precarias.
Grecia no es, desde
luego, una excepción, es tan solo la primera ficha de un juego en el que poco a
poco irán cayendo otras muchas. El país heleno ha trazado una vereda por la que
parecen estar condenados a transitar algunos otros
Estados si no dan un viraje radical y cambian las reglas del juego. El Gobierno
de Portugal se ha mostrado como el alumno aplicado de la Troika cumpliendo
todas sus indicaciones, sin que ello le haya servido en absoluto para
solucionar sus problemas, todo lo contrario, año tras año se adentra con mayor
profundidad en la recesión, con lo que le resulta imposible cumplir los
compromisos de déficit. Nadie reconoce el fracaso, no de Portugal, no, sino de
la Troika, que ha dictado las medidas. Lo más que el Gobierno portugués ha conseguido
es que le concedan en Bruselas la prórroga de un año, a condición de aprobar
una de las disposiciones más regresivas conocidas hasta la fecha, reducir todos
los salarios un 7%, para transferir la mayor parte de lo recaudado a los
empresarios.
¿Qué les espera a
Portugal, a Irlanda, a España e incluso a Italia? ¿Por qué no se miran en el
espejo de Grecia? ¿Acaso los respectivos gobiernos creen que su evolución va a ser distinta? ¿No ha llegado el momento
de plantarse, pedir que se cambien las reglas del juego y si no romper la
baraja? De lo contrario, “Diez negritos”, Agatha Christie, no quedó ninguno.