El
precio del tabaco
La Comisión de la Unión Europea ha propuesto
la unificación para todos los países de la carga fiscal del tabaco. De llevarse
a cabo, la medida representará para el consumidor español una subida de
aproximadamente 70 pesetas por cajetilla.
Lo primero que llama la atención es el afán
de Europa por armonizar, incluso unificar, los impuestos indirectos, mientras
que apenas se avanza un paso en la armonización de los impuestos directos. Son,
sin embargo, estos tributos, y más concretamente los que gravan el capital y a
las empresas, donde resulta más urgente la desaparición de las diferencias
estatales.
La armonización fiscal de la imposición
directa es un corolario de la libre circulación de capitales, y debería haberse
realizado al unísono de ésta, en el Acta Única. Su carencia ha propiciado un
proceso generalizado de reducción de las cargas tributarias de las empresas y
del capital. Esta carrera competitiva, dumping fiscal, parece no tener
fin hasta que los sistemas fiscales se configuren exclusivamente como
imposición indirecta y gravámenes sobre las nóminas.
Hasta ahora,
la Unión Europea de lo único
que se ha
preocupado en materia fiscal es de limitar el déficit público
y de armonizar
parcialmente los impuestos indirectos. Tal actitud responde a las
mil maravillas al diseño sobre el
que se ha
asentado la Unión, determinado
más que por
la racionalidad política
y económica, por los intereses
de los grandes
lobbys económicos. A éstos,
desde luego, no les
conviene que se realice cualquier
tipo de armonización
en los gravámenes
directos. Son
conscientes de que la falta
de normativa general conducirá a una armonización
de mínimos,
es decir a
eliminar casi en todos los países
las cargas fiscales a las
empresas y al capital.
Cosa bien
distinta ocurre con los impuestos
indirectos. Por eso la Unión
se plantea en estos momentos
la homogeneización en el gravamen sobre el tabaco y que
representa para algunos países, como España,
una brutal subida. Es
cierto que la medida aún
precisa aprobarse por unanimidad
en el Consejo. Pero no
deja de ser
sintomática la reacción del Ministro
de Hacienda español, declarando que España siempre
ha estado a
favor de la
armonización fiscal. Afirmación radicalmente
falsa. El gobierno
de Aznar se
ha opuesto permanentemente,
en los foros europeos, a cualquier
armonización de la imposición directa, de
las cargas sociales o de
derechos laborales. Esta medida, sin embargo,
puede convenirle, al ver en
ella la posibilidad de incrementar de forma significativa la recaudación y compensar los
descensos que se produzcan por
la reforma fiscal ya realizada y la que han anunciado para el
futuro.
Es evidente
que estas modificaciones
fiscales tienen un fuerte carácter
regresivo, disminuyen aquellos impuestos progresivos que gravan al capital,
a las empresas
y a las rentas
altas, y
se sustituyen por impuestos
al consumo que repercuten
en medida similar
sobre todos los ciudadanos, independiente
de cuál sea
su capacidad económica.
El hecho de que
el gravamen que ahora se
contempla recaiga sobre una sustancia dañina para la
salud, en
ningún caso modifica el análisis. Cualquier aprendiz
de economista sabe que para
aquellos artículos que tienen una demanda
rígida, el precio no inhibe
su consumo. Otras son las
medidas que deben propiciar los gobiernos para conseguir este fin.
La Unión Europea quiere que el precio del
tabaco sea idéntico en todos los países, y por qué no los sueldos, las
pensiones y las prestaciones del seguro de desempleo.