Precios,
salarios y tipo de cambio
En
2010 (diciembre sobre diciembre) los precios crecieron en España al 3 por
ciento, mientras que en Alemania lo hicieron al 1,9 por ciento y en la Eurozona
el porcentaje de incremento medio fue del 2,2.
Tras
el fracaso del Sistema Monetario Europeo, nos aseguraron que con el euro sería
distinto.
Conviene
insistir en que esa diferencia en las tasas de inflación no se puede achacar,
como es evidente, a la política monetaria, ya que era la misma para todos los
miembros de la Eurozona, ni al déficit público -todos estos años se mantuvo una
política fiscal bastante más restrictiva que la de nuestros vecinos-, ni a los
salarios -los costes laborales unitarios en términos reales descendieron en
nuestro país más que en el resto de los países europeos.
Cuando
no se puede devaluar la moneda (a España le resulta imposible al estar en
El
binomio precios-salarios, y sus incrementos respectivos, muestran en realidad
la tensión siempre existente entre el capital y el trabajo a la hora de
repartir el pastel, es decir el producto. La relación entre ambas variables
determina en buena medida qué parte de lo producido se dedica a retribuir a los
trabajadores y qué parte va a engrosar el excedente empresarial.
En
este aspecto, resulta de sumo interés conocer la evolución de los costes
salariales unitarios en términos reales. Dicha magnitud es tan sólo el cociente
entre el salario real y la productividad; por tanto, cuando este índice crece,
la parte de la renta que se destina a retribuir a los trabajadores se
incrementa a expensas del excedente empresarial y cuando desciende, es éste el
que se apodera de un trozo mayor de la tarta en detrimento de la parte que se
dedica a los salarios.
Existe
una cierta uniformidad en todos los países: el índice crece hasta 1980, para
comenzar a partir de esa fecha una marcha descendente que dura hasta los
momentos presentes. Ello confirma el cambio ideológico producido en estos
treinta años de dominio progresivo del neoliberalismo económico y como éste ha
forzado un incremento de la desigualdad a favor de las rentas empresariales y
de capital, y en contra de los salarios. España se encuentra a la cabeza de la
mayoría de los países en cuanto a esta tendencia se refiere, tanto si
consideramos los treinta años señalados como si nos referimos exclusivamente al
periodo de nuestra permanencia en
Hay
que concluir, por tanto, que los salarios están lejos de ser los responsables
de que los precios en nuestro país se incrementen en mayor medida que en el
resto de los países de
Ante
la imposibilidad de devaluar, el Gobierno y las fuerzas sociales y económicas
tienen que plantearse muy seriamente cuál es la causa de que nuestros precios
aumenten más que los de los vecinos. Es una cuestión de supervivencia. Nos va
en ello el ser o no ser económico; y no sirve recurrir a las respuestas
elaboradas por los manuales para unas circunstancias económicas distintas a las
actuales. En un mercado de libre competencia, es posible que el ajuste en las
retribuciones de los trabajadores se transmita inmediatamente a los precios;
pero cuando las condiciones de los mercados y de las empresas están muy lejos
de esa concurrencia ideal, la moderación salarial puede que se oriente
simplemente a agrandar el excedente empresarial sin que los precios desciendan.
Es
verdad que España necesita de reformas estructurales. Pero no las relativas al
mercado laboral ni a las pensiones. Lo que se precisa modificar es la
organización de nuestros mercados y de nuestro sistema empresarial y de
producción, que es la que origina que aquí, a pesar de que los salarios crecen
menos que los de nuestros vecinos, los precios se incrementen en mayor cuantía.