¿Cuándo
se plantarán los mandatarios del sur?
La
última Cumbre celebrada la semana pasada ha demostrado una vez más que la Unión
Europea, y más concretamente la Unión Monetaria debería cambiar de nombre y
denominarse con mucha mayor propiedad IV Reich, ya que todos los países actúan
como entidades subordinadas a Alemania, y esta impone su voluntad y
conveniencia. Con razón, la canciller Angela Merkel ha podido
manifestar: “Hemos logrado asegurar las peticiones fundamentales de Alemania”.
En realidad consiguió, como viene siendo habitual, aprobar todas sus tesis ante
la pasividad de los mandatarios de los demás países.
La tan
anunciada supervisión bancaria europea ha quedado reducida por exigencia de Merkel al control que el BCE puede ejercer sobre apenas 200
bancos de los 6.000 que en total componen el sistema financiero de la Eurozona.
La medida afecta a los bancos nacionalizados y a aquellos que posean activos
superiores a los 30.000 millones de euros, o al 20% del PIB del país al que
pertenecen, es decir los que se califican de sistémicos. La conclusión es que la supervisión recaerá
sobre el 90% de las entidades financieras españolas, mientras que las cajas de
ahorro alemanas (sparkassen), que se suponen
totalmente cargadas de activos tóxicos –Alemania ha imposibilitado siempre que
se sometieran a ninguna prueba de estrés-
quedarán, excepto una, al margen de la supervisión europea. Si es cierto
que cada una de ellas por separado no constituye un riesgo sistémico, las 426
consideradas conjuntamente acumulan activos cercanos al millón de euros, y
superiores a los del Banco Santander, BBVA y CaixaBank
reunidos.
La
recapitalización directa por el fondo de rescate europeo de los bancos en
crisis se alarga al infinito, porque si bien el supervisor bancario comenzará a
actuar en marzo de 2014, solo cuando funcione a velocidad de crucero podrá
activarse la recapitalización directa y, conociendo la velocidad con que se
desarrollan los planes en Europa y teniendo en cuenta la vaguedad de la
fórmula, la medida puede quedar suspendida sine die hasta que a Alemania le
parezca bien, si es que le parece. Merkel, una vez
más, logró imponer sus planteamientos así como eliminar la posibilidad de que
la recapitalización tenga carácter retroactivo, con lo que se desvanecen las
esperanzas de España e Irlanda de que el rescate bancario no figure como deuda
pública nacional.
Alemania
ha logrado también que no fuesen aprobados y quedasen en el limbo de los justos
varios elementos que podrían ser positivos de cara a una verdadera integración
económica, y que se habían puesto sobre la mesa. Nada de crear un fondo de
garantía de depósitos común. Se habla únicamente de armonizar los nacionales. Y
por supuesto queda descartado el fondo llamado de resolución (liquidación de
entidades financieras), que podría ser el germen de la mutualización
de la deuda europea.
Merkel descafeinó también
hasta dejarla inservible una de las proposiciones más interesantes: la creación
de un fondo anticrisis, al que se denominaba de capacidad fiscal, orientado a
paliar los efectos más perversos de la recesión económica en aquellos países
que estén aplicando duros recortes, con la creación incluso de un subsidio de
paro común. La propuesta, tal como ha salido del Consejo, resulta
irreconocible: un mandato a Van Rompuy y a Barroso
para que en junio de 2013 diseñen un mecanismo de solidaridad para la
competitividad y el crecimiento. Nada de prestación para el desempleo; dotación
muy reducida, de 10.000 o 15.000 euros, carácter temporal y con un convenio
firmado por los países beneficiarios en el que se comprometen a implantar
nuevos ajustes. Más de lo mismo.
Resultan
irónicas las palabras del comisario Michel Barnier calificando lo ocurrido en
la Cumbre pasada de “acuerdo de histórico” y de “paso hacia delante”. En Europa
todos los acuerdos son históricos aunque a la larga terminan siendo papel
mojado por las dilaciones, malas interpretaciones y conveniencias de los que
mandan; y cuando parece que se avanza, en realidad se retrocede. No hay pasos
adelante, más bien lo que se produce son pasos hacia atrás, o en oblicuo hacia
el despeñadero. No se sabe a qué esperan los mandatarios de los países de la
Eurozona para entender que Alemania y los Estados satélites del Norte nunca van
a estar dispuestos a avanzar en la integración presupuestaria y fiscal. Buen
ejemplo lo constituyen las discusiones acerca de la cuantía del presupuesto
comunitario, que no sobrepasará en ningún caso el 1% del PIB de la Unión
Europea. Desde Maastricht, en lugar de incrementarse se ha ido reduciendo
(1,24% al 1%). Se vetan los aspectos más simples y elementales de cara a la
creación de un Tesoro y una Hacienda pública europeos, y los únicos acuerdos
que se toman van dirigidos a establecer un control férreo de Alemania y de sus
acólitos (las autoridades de Bruselas y Frankfurt) sobre el resto de los
países.
Alemania
está muy cómoda en la actual situación. Mediante la inamovilidad del tipo de
cambio y el diferencial en los tipos de interés de la deuda está expoliando la
economía de los países del Sur. El problema es que llegará un momento en que no
quede sangre por chupar y sea la Eurozona en su conjunto incluyendo a Alemania
la que se adentre de forma permanente en la recesión. La política de empobrecer
al vecino solo le puede funcionar a un país de forma aislada y siempre que sea
temporal. Si todos realizan la misma política el único resultado posible es la ruina
del conjunto.
La
operación de saneamiento de la banca española está siendo un fracaso. La
promesa de que sería Europa la que rescatase directamente a las entidades
financieras españolas en dificultades, como tantas otras de la Unión Europea,
no se ha cumplido y la losa de los 40.000 millones de euros de deuda va a
recaer sobre el contribuyente español. Las condiciones impuestas por Bruselas
están siendo draconianas. Habrá una fuerte reducción de la plantilla, y desde
luego la operación está lejos de servir para que el crédito llegue a los
ciudadanos. El resultado ha sido positivo únicamente para los acreedores
extranjeros, bancos, principalmente alemanes, que han limpiado los créditos de
dudoso cobro que tenían sobre las entidades españoles con problemas.
Es
comprensible que en estas circunstancias el presidente del Gobierno no quiera
oír hablar de más rescates. Por muy mala que sea la situación actual, con
fuertes diferenciales en las tasas de interés con Alemania, dado cómo funciona
Europa, nadie asegura que esa situación fuese a cambiar, lo más seguro es que
empeoraría tal como ha ocurrido en Portugal y en Grecia. Continuamos encerrados
en una ratonera ¿Cuándo se plantarán los mandatarios del Sur?