Zapatero a tus
zapatos
Vivimos
en un mundo bastante desquiciado. Las instituciones se preocupan de lo que no
les incumbe y, no obstante, desatienden sus finalidades más directas. El BCE
–tan inútil a la hora de conseguir la estabilidad financiera de la eurozona y a
pesar de ser sumamente celoso de su independencia– no tiene ningún reparo en
entrometerse en las competencias de los gobiernos nacionales, dando
instrucciones en materias de política fiscal o de relaciones laborales. El
Banco de España se ha pasado todo este tiempo hablando de pensiones, de déficit
público, de salarios y de abaratamiento del despido, y sin embargo viene dando
muestras de total ineptitud en lo que respecta a solucionar la crisis de las
entidades financieras, no solo porque haya descuidado su control durante la
burbuja inmobiliaria, sino porque, después de tres años, el problema continúa
sin resolverse y ni siquiera estamos seguros de su auténtica dimensión.
Ahora,
el señor Rossell, patrón de patronos, se empeña en arreglar el sector público
cuando tiene a sus empresas hechas unos zorros. Habrá que recordar que el origen
de esta crisis está en el sector privado, que era el que se encontraba
endeudado en exceso mientras el sector público presentaba sus cuentas con
superávit. No son el derroche y el despilfarro de las Administraciones Públicas
los que nos han llevado a esta situación, sino la irresponsabilidad de las
entidades financieras, promotoras, constructoras y demás ganado del rebaño del
señor Rossell. Esos sí que han vivido por encima de sus posibilidades.
Mal
que le pese al presidente de la CEOE, en lo público, las cosas no pueden ser
igual que en lo privado. El déficit de las AAPP no es equivalente a la cuenta
de resultados de una empresa, ni se puede afirmar que solo podemos tener la
economía de bienestar que podamos permitirnos. Todo depende de la presión fiscal
que estemos dispuestos a soportar y si queremos que determinados servicios se
financien vía precio o vía impuestos. No sobran empleados públicos, lo que
falta son empresarios que paguen sus gravámenes. Bien es verdad que, a lo
mejor, lo único que pretende el señor Rosell es que actividades como la sanidad
o la educación dejen de ser públicas y pasen al sector privado.