Buen comienzo

La sombra del pasado revoloteaba sobre el nuevo presidente del gobierno. El triunfo del PSOE se ha debido, en buena medida, a su oposición a la guerra de Irak y a la promesa de su líder de sacar las tropas españolas de aquel país si ganaba las elecciones. ¿Se atrevería a hacerlo? Esa era la pregunta que muchos nos hacíamos. El recuerdo del "OTAN de entrada no" predisponía a recelo. Lo cierto es que ha despejado cualquier duda y ha sorprendido a todos, anunciando en el primer día de su mandato el regreso inmediato de las tropas.

El hecho sin duda es insólito, demostrando con ello que muchas veces en política "querer es poder" y que están fuera de lugar los voceros de la prudencia, de los compromisos y de las conveniencias. Quizá esa haya sido la razón de la premura en el anuncio. No dar tiempo a que se desatasen las diferentes presiones que sin duda iban a aparecer desde todos los ángulos, ponderando las complicaciones internacionales que tal medida nos podía acarrear. En la mayoría de los casos tales consideraciones son únicamente pretextos para impedir que la voluntad soberana de los ciudadanos se imponga.

El regreso de las tropas españolas era un clamor popular no sólo por motivos egoístas, -riesgo de los soldados desplazados y vulnerabilidad de la población civil frente a los ataques terroristas- sino también y más importante, por la propia iniquidad de esta guerra y de la ocupación de un país soberano por tropas extranjeras. La permanencia de parte de nuestro ejército en Irak nos hace cómplices de las atrocidades que EE.UU está cometiendo, bombardeando, por ejemplo, barrios residenciales en Faluya y exterminando así a familias enteras. En realidad la participación de las tropas españolas, al igual que las del resto de los países que participan, excepto EEUU e Inglaterra, es meramente testimonial, una pantomima para dar visos de cobertura internacional a una operación decidida de forma unilateral por estos dos países. Esperar más carecía de sentido, toda vez que Bush no está dispuesto a abandonar el dominio militar de la zona, que sería tanto como renunciar a ese bocado apetitoso, verdadera razón de esta guerra: controlar la segunda -sino la primera- reserva de petróleo del mundo.

No carece de ironía que Rajoy reproche a Zapatero haber tomado la medida sin previo debate en el Parlamento cuando Aznar nos introdujo en la guerra prescindiendo absolutamente de todos los requisitos legales y de la aprobación del Congreso. ¿Cómo se puede afirmar que la decisión tomada denota mala conciencia? De existir mala conciencia la única posible es la del gobierno del PP por la responsabilidad que le toca en las muertes acaecidas directa o indirectamente desde la foto de las Azores. ¿Cómo calificar la decisión de insolidaria? Con el resto de los países que han mandado tropas, por supuesto; ellos sabrán el grado de iniquidad que están dispuestos a asumir. Con los iraquíes, la única insolidaridad, más bien agresión y combatividad, es continuar imponiéndoles una dominación que no desean. El secretario general del PP en su afán por justificar lo injustificable añade que el regreso de las tropas nos hace más vulnerables al terrorismo. Hay veces que uno estaría mejor callado. Toda la sociedad española es consciente que ha sido la opción tomada por el anterior gobierno de ocupar un puesto destacado en la contienda la que nos ha situado en la diana de un terrorismo que no conocíamos y que en cualquier caso nos quedaba muy lejos.