De
mudanzas y huelgas
Existe una cosa que
se llama pudor y buen hacer democrático. El pudor obliga, por ejemplo, a un
gobierno en funciones a tomar exclusivamente decisiones de trámite e
inexcusables, lo que, es verdad,
no siempre se hace. El pudor debería conducir a que poco antes de unas
elecciones generales ningún ministro diese por sentado que va a continuar en el
cargo. Primero, por respeto a los electores, nadie puede garantizar que ganará
los comicios; y, en segundo lugar, porque aunque sea consideración al futuro
presidente del gobierno que debe gozar de toda la autonomía e independencia posibles para formar su propio
ejecutivo. Obrar de otra manera es de una pedantería, arrogancia y prepotencia
que raya en lo grotesco y en lo ridículo.
Creo que era San Ignacio el que decía “En
tiempos de tribulación, no hacer mudanzas”. No sé si estamos en tiempo de
tribulación, pero sí de elecciones y en estas circunstancias el señor ministro
de Justicia debería haberse abstenido de hacer mudanzas. Lo de menos es si el
piso necesitaba o no de arreglo, o si 250.000 euros parece o no una cantidad
excesiva para acondicionar una vivienda. Lo importante es que queda menos de un
mes para la consulta electoral y el decoro, un mínimo de modestia y respeto
democrático deberían conducir a
que ningún miembro del ejecutivo suponga
que va a seguir en el cargo.
Mientras el ministro hace mudanza, los
juzgados permanecen cerrados y, según parece, excepto morirse poca cosa más se
puede hacer en estos momentos en la Administración de Justicia del Estado, es
decir, en aquellas comunidades a las que aún no se les han transferido las
competencias. Nueve mil funcionarios están en huelga. Razón: que quieren
equipararse retributivamente con sus homólogos de las administraciones
autonómicas. Parece justificado. El único inconveniente es que motivo similar en mayor o menor medida
pueden la totalidad de empleados públicos de
Existe un elemento añadido que viene a
agravar la situación, convirtiendo lo que puede ser un caso de desigualdad
retributiva en un mecanismo de distorsión funcional. El ministerio de
Administraciones Públicas se empeña en mantener la movilidad de personal entre
todas las administraciones, lo que genera que el Estado sufra una sangría
permanente de recursos humanos, normalmente los mejores, atraídos por unas
retribuciones muy superiores en la Administración periférica. Cada vez son más
las Comunidades Autónomas que juegan al victimismo reclamando al Estado
supuestos déficit mientras asumen gastos superfluos o extraordinarios y
retribuyen a sus funcionarios muy por encima de lo que lo hace
Decía Feuerbach que el hombre se empobrece
para tener un dios rico. El Estado lleva mucho tiempo empobreciéndose no sé si
para tener unas Comunidades Autónomas ricas, pero, desde luego, sí costosas. Y
como los dioses no son todos iguales, tampoco lo son las Comunidades, lo que genera un claro proceso de
desigualdad. Estamos empeñados en acentuar la pluralidad, y nos olvidamos del
máximo valor constitucional que es