La
Iglesia y las ONG
«No hay mal que por bien no venga», cuentan
que dijo el viejo dictador al enterarse de la muerte de Carrero Blanco. El
escándalo de Gescartera conlleva también efectos
colaterales positivos. Ha servido para poner en la palestra lo que antes
raramente alguien se atrevía a plantear: la financiación de la Iglesia Católica
y de las ONG. No soy de los que se escandalizan porque la Iglesia juegue en
Bolsa o acometa operaciones especulativas. Pero si este escándalo sirve para
plantear el problema de fondo, bienvenido sea. La cuestión, a mi entender,
radica en cómo es posible que un estado laico financie a una confesión
religiosa; en esa cruz, a señalar o no, cuando rellenamos el impreso de la
declaración del IRPF. Todo es teatro y falsedad. El procedimiento pretende ser
lo que no es en realidad. Da a entender que la Iglesia se financia con la
aportación voluntaria de sus fieles, aquellos que ponen la cruz, lo que sería
verdad si ese cinco por mil fuese una cantidad adicional a la que habrían de
ingresar por el impuesto, y el Estado asumiese exclusivamente el papel de
recaudador. Pero no es así. ¿Por qué unos pueden disponer de parte de sus
tributos para la Iglesia Católica y otros no podemos destinarlo a otra
finalidad de nuestro agrado, a la conservación de las morsas en Alaska, pongo
por caso? Pero es que, además, la cantidad que la Iglesia recibe,
aproximadamente 24.000 millones de pesetas, no guarda ninguna relación con el
dinero recaudado, que no llega a cubrir ni la décima parte de la subvención
total.
El procedimiento, establecido por el PSOE
cuando estaba en el poder -por eso resulta un tanto hipócrita su escándalo de
ahora-, señalaba a las ONG como destino alternativo a la Iglesia, a las ONG que
el Gobierno quería, con lo que se dotaba de un potente medio para controlar y
disciplinar a este tipo de organizaciones, incluso para convertir a alguna de
ellas, como ocurrió con la Cruz Roja, en instrumento de actuaciones poco
confesables. Ni que decir tiene que el PP ha mantenido el sistema, incluso lo
ha perfeccionado para contar con más recursos.
Afirmar que la Iglesia Católica no es
neutral desde el punto de vista político e ideológico es casi una perogrullada.
Subvencionarla hoy es subvencionar una ideología reaccionaria y conservadora,
primándola frente a otras. Mantener a la Iglesia con el presupuesto del Estado,
invierta donde invierta, es una vez más una manera de hacer trampa.