La
insostenible economía del bienestar
Los funcionarios
internacionales constituyen un rebaño curioso. presentan
por término medio un nivel intelectual bastante modesto. En realidad, para su
reclutamiento sólo se exige que repitan disciplinadamente los eslóganes y
tópicos oficiales. Pero eso no es óbice para que sus sueldos y pensiones sean
soberbios.
Desde ese baluarte de satisfacción económica
pontifican con absoluta petulancia a diestro y siniestro y se creen con derecho
a indicar a los Estados por dónde deben ir,
despreciando por supuesto las soberanías nacionales y los mecanismos por los
que se conforma la voluntad popular.
Viene esto a cuento de que el otro día uno
de los economistas jefe del Fondo Monetario Internacional Raghuram
Rajam declaró con toda contundencia que al ritmo de
crecimiento potencial, Europa no puede permitirse el actual Estado de
bienestar, afirmación que en realidad tiene poco de nueva, puesto que los
portavoces de las fuerzas económicas de todos los países vienen afirmando algo
parecido hace ya tiempo. Es decir, pertenece a los tópicos que todo el mundo da
por buenos y repite sin mayor análisis. Por lo mismo, sería conveniente que nos
preguntásemos qué profundos razonamientos se encuentran debajo de tal
aseveración.
Cuando los defensores de esta tesis se ven
en la necesidad de justificarla suelen recurrir a la pirámide de población, a
las proyecciones demográficas y a cómo se va deteriorando la relación entre
activos y pasivos. Hace más de quince años que se publicaron estudios
interesados, patrocinados normalmente por las instituciones financieras que
profetizaban las situaciones más catastrofistas. Pues bien, ninguno de esos
augurios se ha cumplido en lo más mínimo. No obstante, hoy se continúan
haciendo proyecciones similares. A diez, quince, veinte años vista, es difícil
tener en cuenta todas las variables. Fenómenos tales como la incorporación de
la mujer al mundo laboral o la entrada masiva de emigrantes han incrementado y
van a incrementar aún más la población activa.
Pero con todo, no es la relación activos-pasivos la variable significativa para hablar o no
de sostenibilidad. El problema debería plantearse desde la óptica de la renta
nacional y el nivel de población total o, expresado de
otra manera, de la renta per capita, que no es más
que el cociente de la primera por
Pero existe otra hipótesis según la cual los
países europeos no pueden sostener el Estado del bienestar, sólo que esa
hipótesis no se explicita porque provocaría todo tipo de reacciones, aunque
está implícita en el razonamiento de sus detractores. Y es que la distribución
de la renta tiene que evolucionar a favor del capital y de las empresas. Es
decir, que el excedente empresarial debe absorber una parte cada vez mayor de
la renta y, por el contrario, la parte destinada a salarios y a impuestos
tendrá que ser cada vez menor. En esas condiciones, aun cuando la renta per
cápita se incremente, es posible que el nivel salarial disminuya, por lo menos
en algunos sectores, y los ingresos del Estado se reduzcan, imposibilitando la
protección y los servicios sociales.
Pero cómo decir a la mayoría de la sociedad
que la economía del bienestar resulta imposible de mantener porque los
empresarios necesitan engullir una parte cada vez mayor de la renta nacional.
Papeleta ciertamente difícil. Ahí interviene la globalización o fenómenos tales
como
Hoy, el capital y las empresas han
encontrado el sistema ideal. Producir en países de bajos salarios y reducida
carga fiscal, y vender en otros de elevada renta. Producir en China y vender en
Alemania. De lo que no se dan cuenta es de que este
paraíso empresarial no es sostenible a medio plazo. De lo que no son
conscientes es de que en su esquema, antes o después, Alemania dejaría de ser
un país de fuerte demanda, bien sea porque las empresas se trasladarían a
China, originándose un fuerte desempleo, bien sea porque, para impedirlo, los
salarios y los impuestos se acabarían acercando a los de ese país.
Algo de esto está comenzando a suceder.
Curiosamente, el discurso oficial explica el bajo crecimiento económico de
Alemania por su baja competitividad echando la culpa a los salarios y a la
protección social de que goza el trabajador alemán. Pero no es la
competitividad lo que falla. De ninguna manera el sector exterior está
estrangulando el crecimiento económico alemán, todo lo contrario, Alemania goza
de superávit en su balanza de pagos. El problema de Alemania en estos momentos
es la demanda interna. Algo tendrá que ver en ello la Agenda 2010, pretendiendo
reducir los beneficios sociales.