Las medallas de Kerry

Se acaban de dar a conocer los últimos datos sobre el nivel de pobreza en EEUU. El último año, el número de pobres se ha incrementado en 4,3 millones, con lo que la cifra total se eleva ya a 35,8 millones, un 12,5% de la población. Y esto ocurre en la misma nación que se tiene por potencia hegemónica y con derecho a imponer su ley y sus normas a todo el universo. También en el último año 5,2 millones de norteamericanos han perdido su seguro médico, y son ya casi 45 millones de ciudadanos los que carecen de cobertura sanitaria. Es el mismo país cuyo gasto sanitario por habitante alcanza un nivel cuatro veces mayor que el de España. Pero este estado de cosas no parece concitar la atención de los medios ni influir en la campaña electoral. Ésta se encuentra centrada en saber si Kerry fue más o menos valeroso hace treinta y cinco años.

La situación en Iraq empeora por momentos, y resulta difícil imaginar una salida que no sea el caos y la guerra civil. El país ha sido arrasado por las fuerzas de ocupación. No hay reconstrucción, sino destrucción. A diario muere algún soldado americano y se hace imposible cuantificar las víctimas iraquíes. Las armas de destrucción masiva resultaron ser una engañifa. El peligro de terrorismo islámico ha aumentado considerablemente y el odio del mundo árabe hacia los occidentales se ha intensificado de manera alarmante. Pero Bush continúa asegurando que la guerra ha merecido la pena porque ha servido para terminar con Sadam. ¿Por qué no se lo pregunta a los iraquíes? No obstante, lo más lamentable es que los americanos, para decidir si reeligen o no al actual presidente, están pendientes de saber si las medallas concedidas a Kerry en la guerra de Vietnam fueron o no merecidas.

Dos informes —uno elaborado por una comisión presidida por James Schlesinger, ex secretario de Defensa, y el otro por el general George R. Fay— sobre las atrocidades de Abu Ghraib se han hecho públicos recientemente, porque aun cuando parte del último se declaró reservado, se ha terminado por filtrar a la prensa. A pesar del esfuerzo por evitar palabras como tortura y el intento de no implicar directamente a Bush y a Rumsfeld, los informes son concluyentes. Todo empezó el 31 de agosto del 2003 con el viaje a Bagdad de Geoffrey Miller, general a cargo de la prisión de Guantánamo. ¿Quién mandó a Miller a Iraq? Se supone que no caería del cielo ni iría allí en viaje de turismo. No nos hacían falta los informes porque lo de Abu Ghraib es una simple copia de Guantánamo y todos, americanos y no americanos, sabemos lo que ha ocurrido y ocurre en aquella prisión, y cómo la responsabilidad alcanza a Rumsfeld y a Bush. Pero he aquí que las preocupaciones del norteamericano medio van por otros derroteros, se cuestionan tan sólo si Kerry fue tan valiente como dice en aquella guerra del Vietnam.

El precio del petróleo está por las nubes, impidiendo que se consolide la recuperación económica internacional, y aun cuando se citan algunas otras causas, la variable definitiva es la incertidumbre que en todo el Próximo Oriente está provocando la guerra de Iraq, y sin embargo, esto no parece atraer la atención de la opinión pública de EEUU, ellos se encuentran inmersos en los méritos o deméritos militares de Kerry.

La Administración Bush ha dilapidado la buena situación presupuestaria que heredó de la era Clinton. Hoy el déficit fiscal y, como consecuencia, el de la balanza por cuenta corriente baten todos los récords. Y no son los gastos sociales, que se han reducido, los responsables, sino las enormes partidas en gastos militares, y la rebaja impositiva a las clases altas. Nada de todo esto parece tener importancia. Únicamente una historia de medallas acontecida hace más de 35 años. Están locos.