El efecto “boomerang” de los Presupuestos

Diga lo que diga el Gobierno, estos presupuestos se han elaborado con dos únicas finalidades: la primera, reducir el déficit público; la segunda, aplicar el ajuste exclusivamente sobre las partidas de gasto, sin tocar los ingresos. Las modificaciones fiscales introducidas son nimias y sin apenas efectos recaudatorios. Por el contrario, en materia de gasto las medidas son desaforadas.

 

Es difícil creer que los gastos de los ministerios puedan reducirse en un 16 por ciento sobre el presupuesto ajustado y un treinta y tantos por ciento sobre el inicial de 2010, teniendo en cuenta el elevado porcentaje de compromisos existentes antes de iniciarse el ejercicio. Todo indica que, por una parte, se dará un factor de maquillaje retrasando pagos a ejercicio futuros y que, por otra, habrá ministerios y organismos que tengan que paralizar obras o servicios ya iniciados, lo que ocasionara indemnizaciones, pérdidas, deterioros e ineficacias. Además, la brutal congelación de plantillas potenciará la externalización de muchos servicios, implicando mayor gasto y menor control.

 

Pero los interrogantes quizá sean mayores en lo relativo al cumplimiento de la previsión de ingresos, puesto que la negativa del Gobierno a tomar medidas impositivas no solamente incrementa la iniquidad de las reformas, haciendo recaer la carga sobre las capas populares, sino que genera la duda de que nuestro sistema fiscal, tenga potencialidad para cerrar la brecha presupuestaria.

 

La previsión de ingresos se ha realizado basándose en cifras macroeconómicas llenas de voluntarismo, voluntarismo al que, por otra parte, nos tiene tan acostumbrados este Gobierno. Resulta muy improbable que el PIB pueda incrementarse en un 1,3 por ciento cuando la mayoría de las previsiones tanto nacionales como de los organismos internacionales no suponen un crecimiento mayor del 0,6 por ciento. Los dos factores sobre los que el Ejecutivo basa la recuperación, consumo privado y sector exterior, presentan enormes incógnitas. El consumo se verá muy afectado por las medidas restrictivas del Gobierno, el paro y la reducción de salarios. A su vez, la contribución positiva del sector exterior parece imposible mientras nuestro país mantenga la misma moneda que Alemania, lo que daña nuestra competitividad frente a EE.UU., frente a China y los países del Sudeste asiático, y frente a la misma Alemania.

 

Que el Gobierno haya sido incapaz de sostener su postura en Bruselas y se haya visto obligado a realizar una política de ajuste puede tener a largo plazo un efecto boomerang sobre el déficit público, al impedir o alargar el momento de la recuperación, recuperación totalmente necesaria para equilibrar las cuentas públicas. El haber centrado el ajuste en los gastos en lugar de en los ingresos agrava la situación, puesto que el efecto restrictivo de la subida de los impuestos progresivos es bastante inferior a los recortes en el gasto público, ya que la propensión a consumir es tanto mayor cuanto menor es la renta del grupo social que se considera.