Corrupción
urbanística
Recuerdo que a
principios de los ochenta, con la llegada del PSOE al gobierno,
Me temo que con el problema del urbanismo
esté pasando lo mismo. La prensa está aireando distintos escándalos de presunta
corrupción. El PSOE propone al PP un pacto para perseguir dentro de sus propios
partidos a los militantes acusados de corrupción ligada al urbanismo.
Tolerancia cero, según dicen. Digo yo que, por una parte, la persecución irá
destinada a toda la corrupción tenga o no que ver con el urbanismo y, por otra,
que no parece que haga falta ningún pacto para perseguir a los delincuentes.
Pero para lo que sí parece necesario un pacto es para cambiar las reglas del
juego, de manera que los delincuentes no puedan serlo aunque quieran.
El sistema político de Montesquieu se
asentaba en el principio de que la moral del Estado no podía confiarse
exclusivamente a la bondad de los gobernantes; si son buenos mucho mejor, pero
en cualquier caso hay que establecer un sistema de equilibrio de poderes, un
conjunto de reglas que les impidan delinquir.
Todos intuimos que los casos de corrupción
que están viendo la luz son una muestra insignificante del total, y que incluso de éstos tan sólo unos pocos
llegarán a probarse. El problema de fondo no radica en la malicia de los
protagonistas ni se soluciona con jueces y fiscales. Antes que nada, es
cuestión de reformar las normas y los procedimientos de modo que hagan
imposible o al menos muy difícil
Como ya he escrito
en algún otro artículo hablando de Marbella la solución es relativamente
simple, aunque políticamente debe de ser muy comprometida de tomar dados los
intereses en juego. Únicamente así se explica que nadie se atreva a plantearla.
Consiste tan sólo en que los terrenos rústicos que se van a urbanizar se
expropien a precios justos –justiprecio-, es decir, al precio de terreno
rústico, y que posteriormente sean urbanizados por los poderes públicos y
puestos en el mercado progresivamente en pública subasta. Eliminada la
expectativa de ganancia extraordinaria, se eliminaría también la posibilidad de
corrupción. El complemento de la anterior medida consistiría en que la
adjudicación se realizase con el compromiso del adquirente de construir en un
determinado número de años, con lo que se evitaría también el acaparamiento del
suelo y, por tanto, la correspondiente especulación.
Para llevar a cabo
estas medidas sí que podrían y deberían hacer un pacto los dos partidos
mayoritarios. Y un pacto podrían hacer también en algo que el PSOE ha
insinuado, pero que sólo se ha atrevido a eso, a insinuar: retirar las
competencias, o al menos parte de ellas, en materia urbanística a los
Ayuntamientos. Antes o después, nos iremos dando cuenta de que para solucionar
determinados problemas es imprescindible que previamente reconstruyamos el
sector público que hemos desintegrado. Entregar las competencias en materia
urbanística a miles de entes dispersos y heterogéneos como son las
corporaciones locales tenía por fuerza que terminar en un urbanismo caótico.
Me temo, sin
embargo, que ninguno de estos pactos se llevará a cabo. Hay demasiados
intereses en juego, quizás también la propia financiación de los partidos. El
PSOE será incapaz de enfrentarse a los partidos nacionalistas y el PP
demostrará que su canto a España y al Estado es mera retórica y una táctica
para desgastar al Gobierno, pero carente de interés si va de la mano con el
PSOE. Ambas formaciones políticas continuarán, no obstante, acusándose
mutuamente y rasgándose las vestiduras por los escasos, comparados con el
total, casos de corrupción que salgan a