La
espectacular marcha de la economía
Todo líder político está abocado a ser tonto
o hipócrita. La sociedad despersonalizada y autómata del presente exige
certezas y sobre todo optimismo. No se admiten las dudas, las vacilaciones, no se
toleran las malas noticias.
Zapatero o es tan ingenuo que se cree sus
propias mentiras o engaña al personal. Se ha ido de vacaciones encantado de
haberse conocido. Se vanaglorió de que en los últimos
meses se han conseguido en la lucha antiterrorista resultados significativos.
Pero precisamente los éxitos de ahora pueden dejar al descubierto la pasividad
consciente de los últimos años y la responsabilidad de haber permitido a ETA
robustecerse en lugar de debilitarla cuando, tal como se está demostrando, era
posible. En cualquier caso, como dicen que el gato escaldado del agua fría
huye, Zapatero –que se quemó cuando dos días antes del atentado de Barajas en
diciembre anunció una evolución positiva en el tema terrorista– ha querido
dejar claro en esta ocasión que se puede producir un atentado en cualquier
momento.
Pero donde el triunfalismo del presidente
del Gobierno adquiere la máxima intensidad es en la política económica. “La
marcha de la economía es espectacular”. “En esta ocasión los datos económicos son
todavía más optimistas que yo”. Y es que todo depende de los datos que se
consideren y para quienes sean significativos. En esto del optimismo económico,
el Gobierno se encuentra muy arropado; no solo por los medios de comunicación
afines que, por supuesto, se empeñan en resaltar los aspectos positivos y en
ocultar los negativos, sino también por los contrarios, que aparte de que ven
que la política económica del gobierno beneficia sus intereses, la consideran
prolongación de la practicada por el PP con lo que resulta imposible atacar a
la una sin hacerlo también a la otra.
Esta euforia difícilmente puede encubrir la
información que hace pocos días saltó a
La reacción no se ha hecho esperar.
Múltiples artículos desde distintos ángulos (económicos y políticos) han
pretendido cuestionar la exactitud de
Entre los artículos anteriormente citados
destaca el del secretario de Estado de Economía en el diario El País.
Parte del hecho de que nos movemos en una economía dinámica –lo cual es
totalmente cierto– y hábilmente, con un ejemplo sencillo, quiere demostrarnos
que son los bajos salarios de los emigrantes los que hacen bajar la media, sin
que este descenso tenga ninguna repercusión en el resto de los trabajadores.
Pero esta consideración, en contra de sus palabras, es estática, ya que una
consideración dinámica, a la que apela, nos indicaría lo contrario: que es
imposible que la incorporación de nuevos trabajadores con bajos salarios no
vaya a tener repercusión sobre los antiguos al menos evitando su incremento e
impidiendo por tanto que se beneficien del crecimiento económico.
Vegara recurre al
incremento de la renta per cápita, pero he aquí una prueba más, porque esta
variable también es una media y, sin embargo, los bajos salarios de los
emigrantes no han impedido su crecimiento, como sí lo han hecho con el salario
medio. La renta per cápita ha aumentado porque ha aumentado de forma
espectacular –aquí sí que cabe hablar de espectacular– el excedente
empresarial, cosa que, por supuesto, no ha ocurrido con la remuneración de los
trabajadores.
El secretario de
Estado de Economía aduce también que la renta familiar no proviene
exclusivamente de la evolución de los salarios, y que en ella interviene la
variación de los impuestos. Cierto. Pero no creo que acudir a la política
fiscal ayude lo más mínimo a su tesis, ya que durante los diez últimos años ha
sido claramente regresiva, reduciendo los impuestos directos e incrementando
los indirectos. Han sido las rentas altas, las de capital y los resultados de
las empresas los favorecidos, mientras que las rentas del trabajo y las bajas
se veían perjudicadas. Es más, para una consideración total de la capacidad
económica de las familias habría que tener en cuenta también las prestaciones
sociales y los servicios públicos. Estos últimos, gracias a las privatizaciones,
se han deteriorado, subiendo sus precios y el incremento de las primeras en
ningún caso ha ido parejo al de la renta per cápita.
La espectacular
marcha de la economía, de la que el señor presidente del Gobierno hizo gala,
tiene pleno sentido desde la óptica de los empresarios, pero empieza a
difuminarse cuando se contempla desde los intereses de los trabajadores. El
modelo seguido, tanto por el anterior Ejecutivo como por el actual, es el de un
fuerte crecimiento basado en la incorporación de mano de obra barata con
fuertes beneficios empresariales y políticas públicas, especialmente la fiscal,
a favor de la empresas y del capital. Solo las argucias y las intoxicaciones
mediáticas pueden justificar el optimismo imperante.