La
peor telefonía de Europa
Si hay algo en lo que todo el mundo está de acuerdo a la hora de
enjuiciar la economía española es en que tenemos un problema de competitividad,
y también en que para conseguir incrementarla es preciso atender a las
telecomunicaciones y a las nuevas tecnologías. Desde los distintos ámbitos de
la Administración, los políticos se esfuerzan en proponer e incluso llevar a
cabo medidas ingeniosas -subvenciones, servicios gratuitos, regalo de ordenadores
y no sé cuántas baratijas más- que no solucionan nada, pero transmiten la
sensación de que se preocupan y hacen algo al respecto. Lo cierto es que nadie
coge el toro por los cuernos, es decir, nadie está dispuesto a meter en cintura
a las empresas de telefonía.
La Unión Europea ha puesto el dedo en la
llaga al concluir en un informe de la Comisión que las tarifas de móviles y de
acceso a Internet en España son mucho más caras que la media europea, lo cual
tiene una relevancia mayor si tenemos en cuenta que los salarios son bastante
más bajos. El precio mensual de la telefonía móvil, calculado sobre una cesta
tipo de llamadas y mensajes, es en nuestro país el más alto de la Unión
Europea, un 84% superior a la media. En la conexión de banda ancha es también
un 24% mayor que la media; sólo Rumania, República Checa y Austria nos superan.
Así mismo, el informe comunitario argumenta que se agranda la brecha digital
entre España y Europa, ya que la penetración de la banda ancha en nuestro país
crece a un ritmo inferior que en el resto.
La comisaria de Sociedad de la
Información, Viviane Reding,
ha responsabilizado de estos hechos a la falta de competencia, lo que ha
despertado las iras, tanto del llamado organismo regulador, la Comisión
Nacional del Mercado de las Telecomunicaciones (CNMT), como de los operadores.
Estos últimos han llegado a acusar a la comisaria de antiespañolismo.
¿Antiespañolismo? Yo creo más bien que la comisaria
está a favor de los españoles, es decir de todos los ciudadanos, que somos los
que sufrimos estos precios. Es más, estoy convencido de que la Comisión se ha
quedado muy corta, porque lo peor, con todo, no es el precio sino el servicio.
Seguro que la gran mayoría de nosotros
hemos sido protagonistas de algún acontecimiento kafkiano, en el que nos hemos
visto enfrentados a uno de esos números de teléfono que, por distintos
procedimientos y tras muchas llamadas, logran que no hables con nadie, y si
hablas es para que acaben diciéndote que ya toman notan. “Oiga, pero si lo de
la nota ya me lo dijeron ayer, antesdeayer, y hace cuatro días”. Vuelvo a
anotarlo, no se preocupe, dice la voz amable del otro lado del hilo, que a lo
mejor está también al otro lado del Atlántico, en África o en Siberia. Larra,
cuyo bicentenario se acaba de cumplir, escribió uno de sus artículos más
famosos con el titulo “Vuelva usted mañana”. Hoy debería escribirse uno
parecido titulándolo “Llame usted mañana”.
Lo malo del asunto está en que si pretendes cambiarte de compañía,
comienza un periplo parecido o peor. Si, cansado, optas por la vía del medio y
das orden a tu banco de que no atienda el recibo de un servicio que no te han
prestado, puedes encontrarte en un aprieto, porque sin mediar comprobación
pasas a engrosar la lista de morosos de un archivo siniestro. Es indecoroso que
los gobiernos consientan la existencia de estos archivos en los que cualquier
gran empresa puede poner en berlina, sin mayores pruebas ni fallo judicial, a
un ciudadano, que puede verse en graves dificultades a la hora de solicitar un
préstamo o cualquier servicio.
Por otra parte, la velocidad de las bandas anchas resulta una
auténtica tomadura de pelo. Todas las compañías anuncian ofertas y más ofertas,
pero a la hora de la verdad la velocidad con la que navegas no tiene nada que
ver con la que has contratado. Existe además un sistema muy hábil para subir el
precio. Se comienza ofertando un mega de velocidad; al cabo del tiempo se
anuncian, por ejemplo, conexiones de seis megas, por supuesto a un precio
superior, y se va reduciendo la velocidad efectiva del primer contrato, de
manera que los abonados no tendrán mas remedio que dar el salto al otro
servicio que en realidad resulta equivalente al primero en origen, con la única
diferencia de que ahora se factura por mayor importe, y así sucesivamente.
¿Y qué decir del teléfono móvil? Lo que realmente es móvil es la
cobertura, porque cada vez son más los espacios que carecen de ella o en los
que las conexiones se interrumpen una y otra vez, con el consiguiente negocio
de tener que repetir el establecimiento de llamada.
La CNMT se ha ofendido porque desde la Unión Europea le han venido a
decir que su labor no resulta demasiado eficaz. Pero es una evidencia que en
este sector no existe la competencia. Sólo hay que recordar lo que ocurrió
cuando se obligó a los distintos operadores a facturar por minutos. Todos se
pusieron de acuerdo en subir los precios. La pregunta esencial es si en un
mercado como éste en el que la oferta está condicionada
por un número muy reducido de empresas y en el que resulta casi imposible que
se incorporen otras nuevas, la concurrencia es factible. Porque si no lo es,
resulta preferible un monopolio público. Un gobierno tiene una serie de
condicionantes y cortapisas que no tienen las empresas privadas, aunque sea
únicamente porque cada cierto tiempo debe responder en las urnas.