No es economía,
sino ideología
Si
algo le falta a la política económica en la actual crisis es coherencia. El
comportamiento de los gobiernos ha estado regido por ocurrencias, muchas veces
contradictorias; se camina a bandazos. A este respecto los organismos
internacionales se llevan
La
Comisión no muestra demasiada preocupación por la viabilidad de las pensiones,
pero sí por el déficit público, razón por la cual se ve en la obligación de
sugerir vías alternativas de ingresos que compensen la disminución de las cotizaciones
sociales. Desde luego, no se recurre a ningún impuesto directo y progresivo,
sino al IVA y a la energía eléctrica, lo que resulta incongruente. Tales
medidas afectarán negativamente a la demanda, que es lo último que necesita la
economía española para reactivarse. No es factible que los empresarios
inviertan y contraten personal si no aumenta la demanda, por mucho que se
reduzcan las cargas sociales; simplemente aumentarían sus beneficios. Pero es
que, a lo mejor –o a lo peor-, es lo que se pretende, ya que lo único cierto de
las recomendaciones de la Comisión es que se transferirán rentas de la mayoría
de los ciudadanos, es decir, de los trabajadores, a los empresarios. Y si de
ganar competitividad se trata, nada mejor que modificar la política del BCE
para que el euro se deprecie o, al menos, no continúe apreciándose frente al
dólar. La pretensión de ganar competitividad frente a otros países reduciendo
los costes laborales acaba siendo un puro espejismo, porque es de esperar que
los demás países reaccionen de la misma manera. No se habrá conseguido nada.
Bueno, sí, que los empresarios ganen más dinero y los trabajadores vivan peor.