Liberalismo
para los demás
El neoliberalismo
económico, pensamiento único, globalización, mundialización, deslocalización o
como quieran llamarlo, ha tenido buena prensa y a su favor se sitúan casi todos
aquellos a los que se les permitía hablar en esta sociedad. A todos les parece
bien hasta que comienzan a sentir en carne propia sus consecuencias negativas.
Eso ha debido de ocurrirles a los pilotos. Creo no equivocarme demasiado si
apuesto por que la mayoría de ellos enjuiciaba con complacencia los
presupuestos del neoliberalismo económico; pero, en la práctica, han renegado
de ellos en cuanto han visto peligrar su puesto de trabajo o la posibilidad de
ver reducidos sus sueldos. Las regulaciones de empleo colectivas, la flexibilidad
laboral y los ajustes saláriales son para los otros; ellos reclaman que se les
aseguren sus puestos de trabajo y que se blinden sus salarios, incluso con
mecanismos jurídicos, con avales y garantías reales.
Algo parecido ocurre con los altos
funcionarios y profesores de Universidad que predican la flexibilidad laboral,
desde la seguridad que proporciona tener sus puestos de trabajo garantizados. Y
no defenderé yo que el empleo en la Administración deba ser precario, pero sí
que desaparezca la precariedad para todos los demás. El ejemplo más llamativo
de doble rasero es el de los funcionarios del Fondo Monetario Internacional. Se
pasean del norte al sur y del este al oeste del globo terráqueo predicando y
ordenando -según cuál sea el país-
la moderación de las retribuciones salariales y los ajustes laborales, pero
reaccionan con protestas y algaradas, como en el trimestre pasado, cuando por
motivos presupuestarios amenazan con recortarles algunas de las muchas
prebendas sociales de las que gozan.
Con las pensiones sucede igual. Las
entidades financieras se han gastado importantes sumas en pagar a obsequiosos
expertos para que elaboren estudios tendenciosos demostrando falsamente la
inviabilidad del sistema público de pensiones, afirmando su elevada generosidad
y la necesidad por tanto de recortar las cicateras prestaciones actuales. Sin
embargo, ello no es óbice para que sus principales ejecutivos se blinden con
contratos millonarios. Los dos primeros bancos del país han terminado en los
tribunales: uno por constituir para sus consejeros fondos de pensiones
multimillonarios, y el otro por abonar indemnizaciones exorbitantes a dos de
sus principales ejecutivos. Para justificar en este último caso esas
prestaciones de miles de millones de pesetas, el presidente de la entidad
afirmó que se habían abonado en concepto de pensiones. Como puede observar, son
cantidades parecidas a las que cobra la mayoría de los pensionistas y que ahora
se intentan recortar.
Los presupuestos del neoliberalismo
económico en materia de pensiones han calado en la opinión publicada y en los
creadores de opinión. Tan es así que cada nueva reforma tiende a recortar las
prestaciones. La que acaba de aprobarse no ha sido especialmente gravosa,
tampoco, sin embargo, se puede decir que constituya ningún avance. Bien es
verdad que, a las alturas en que estamos, con que no se retroceda es bastante.
Algo se retrocede porque se amplia el periodo necesario para tener derecho a
una pensión, de 12,5 años a 15. Eso es para el común de confesores, porque a la
vez que se amplía el periodo general, los diputados aprueban una norma por la
que se autoconceden la pensión máxima tan sólo con
siete años de ejercicio. De nuevo, liberalismo para los demás.