Referéndum
cautivo
La filosofía
escolástica mantenía que nada se puede querer si antes no se ha conocido. Al
margen de posiciones más o menos románticas –como la
de Unamuno en su novela “Niebla”, en la que defendía que el
amor precede al conocimiento –, parece fuera de toda duda que la libertad
reclama como premisa previa la toma de conciencia de las distintas opciones. La
libertad no se ve sólo amenazada por la coacción externa, sino por la
ignorancia y falta de información. Resulta imposible elegir libremente si no se
conocen las alternativas. Lo que hacía de las sociedades primitivas mundos
cerrados, en los que los papeles y la forma de actuar estaban dados y la
elección y el cambio reducidos al mínimo, era lo restringido de su conocimiento,
por lo que sus miembros no podían concebir una situación diferente. El hombre
ha ido ganando en libertad al mismo tiempo que su campo de conocimiento se
ampliaba.
Teóricamente, en la
etapa actual definimos a nuestras sociedades como sociedades de la
información. Si la globalización se puede predicar realmente
de algo es sin duda del conocimiento. Las noticias vuelan de un extremo a otro
del planeta en cuestión de segundos; pero no todo conocimiento amplía el ámbito
de la libertad. Un
exceso de información puede convertirse en desinformación, y la manipulación
del conocimiento, construir un mundo cerrado intelectualmente en el que las
alternativas de elección se hayan disipado. Hoy, para la gran mayoría de los
ciudadanos la información y el conocimiento están cautivos de los grandes
medios de comunicación, de manera que sólo saben y conocen aquello que éstos
desean y tal como lo desean.
Me comentaba un
amigo sus impresiones tras un viaje a Italia y la omnipresencia de Berlusconi
en todos los medios de comunicación de aquel país. Concluía que aquello es una
dictadura, electiva pero dictadura. Quizás la situación política de Italia sea
más llamativa y grosera; pero me pregunto si es tan distinta de otros muchos
países, entre ellos España, en los que, ciertamente, el control de la
información y del conocimiento no se concentran como en Italia en una sola
persona, aunque ello no significa que no lo hagan en muy pocas manos que
obedecen en lo fundamental, bajo una apariencia de pluralidad en lo accesorio,
a los mismos intereses. La manipulación resulta evidente.
El 20 de febrero nos
convocan a las urnas para consultarnos acerca del Tratado que han denominado Constitución Europea. En principio, habría
que saludar con satisfacción que por primera vez después de tantos años se
pregunte a la sociedad sobre el proyecto de la
Unión Europea. Pero ,
¿se trata de una verdadera consulta? La libertad de elección sólo es real a
partir del conocimiento de las alternativas y de las consecuencias que de ellas
se derivan. En la problemática europea la información ha sido sustituida por la
publicidad y la propaganda; el conocimiento, por la
manipulación. En la campaña de comunicación que se avecina se
escuchará una sola voz, la de los partidarios del sí, la de los que cantan las
excelencias del actual proyecto europeo y auguran todo tipo de cataclismos
económicos y políticos de triunfar el no.
Apenas se oirá la
voz de los que consideran este proyecto como un salto al pasado, una involución
al Estado liberal, la muerte del Estado social. Nadie dirá que en el nuevo
Tratado, al lado de esas manifestaciones tan grandilocuentes acerca de los
derechos de los europeos, se diseñan unos mecanismos de funcionamiento que
hacen imposible e inviable precisamente estos mismos derechos. A las sociedades
europeas se les va a ocultar que la
Unión carecerá de mecanismos e instrumentos adecuados para
hacer posible el Estado social y, lo que es aun peor, que los Estados
nacionales tampoco podrán aplicarlo al ser esclavos de las normas y reglas de
juego comunitarias.