Apagón
americano
Es como si Francia, España e Italia hubiesen
estado durante más de 24 horas sin fluido eléctrico. Pero Bush apareció para
asegurar que no había nada que temer. “No se trata de un atentado terrorista”.
El pueblo americano podía estar tranquilo. Miles de ciudadanos quedaron
atrapados en el metro, otros en ascensores, los que más se vieron obligados a
dormir en la calle; atascos, caos, ni trenes ni aviones ni autobuses ni
televisión ni agua potable; pérdidas millonarias, pero, tranquilos, no hay por
qué preocuparse. “¿Quién puede hacer ascos a un viernes festivo? Tómenlo con
humor”, recomendó Bloomberg, el alcalde de Nueva York.
¿Por qué iban a reaccionar de otro modo si se descartaba un acto
terrorista?
En el imperio de Bush nada, excepto el
terrorismo, tiene importancia. A los americanos les han lavado el cerebro. Se
Ha generado una psicosis colectiva. La obsesión por el terrorismo desplaza
cualquier otra preocupación. La táctica resulta bastante beneficiosa para los
gobernantes. Un patrioterismo provinciano hace que se exagere el enemigo
exterior y se menosprecien los riesgos internos. Son los otros, los extranjeros
los peligrosos. Hasta del apagón se responsabilizó a Canadá en un primer
momento. Al pueblo americano habría que gritarle de nuevo: “La economía, estúpidos, la economía”. El
terrorismo oculta los problemas económicos y, ante su amenaza, se pretende
legitimar la limitación de garantías y derechos.
“Yo veo esto como
una llamada de atención”, afirmó Bush el jueves por la noche. ¿Llamada de
atención? Bastante más, para todo el que no esté ciego por la paranoia del
terrorismo. El apagón del suministro eléctrico es expresión del cortocircuito
del modelo económico americano. Una superpotencia, se ha dicho, con una red
eléctrica tercermundista. ¿Sólo la red eléctrica? La desregulación de los
sectores estratégicos ha significado pasar del servicio público al beneficio
máximo.
El
apagón del jueves pasado ha mostrado el grado de dependencia que toda una
nación tiene respecto a las infraestructuras eléctricas, y lo vulnerable que es
ante la falta de suministro. ¿Se puede permitir que un sector tan básico y
trascendental quede en manos de administradores como los de Enrom?
¿Puede abandonarse a simples criterios de rentabilidad privada? Las pérdidas
ocasionadas por el accidente en un solo día van a ser equivalentes a lo que
hubiera costado modernizar la red de distribución. Socialización de perdidas, privatización de beneficios. Llamada de atención
para todos los países, también para los europeos, que bobaliconamente y de
forma mimética importan el modelo económico neoliberal y se dedican a
privatizar sin ton ni son.