Marbella
más allá de la anécdota
En este mes,
Marbella ha estado de actualidad. Incluso, algunos días ha ocupado las primeras
páginas de los periódicos. Habría que preguntarse dónde se encuentra la
noticia. Hace ya mucho tiempo que todo el mundo sospechaba e intuía que la
corrupción reinaba en esa localidad. Era de suponer; como también lo es que no
se trata del único caso y a lo mejor ni siquiera del más relevante, quizás tan
sólo del más hortera y zafio.
Constituye una burda
simplicidad pretender explicar la corrupción, sea del tipo que sea,
exclusivamente por la maldad de los actores, sin analizar el escenario en que
se produce y las condiciones que
Bueno será, por
tanto, que en casos como el de Marbella, trascendamos las anécdotas, las
gacetillas de famosos y el morbo rosa, y nos preguntemos cuáles son las
condiciones que permiten que la corrupción campe a sus anchas en los
Ayuntamientos. Al tratar de las causas, lo primero que aparece es el problema
del suelo. Ciertamente no es el único ámbito en el que se da la corrupción,
pero sí, sin duda, el principal; y es que la actual normativa permite que el
enriquecimiento de un particular dependa de una decisión administrativa. La
situación es a todas luces inquietante e injusta; la tentación, demasiado
fuerte, y la propensión a la corrupción, evidente. Pero es que aunque no
existiese cohecho o tráfico de influencias y el proceso fuese muy objetivo, no
deja de ser escandaloso que alguien pueda enriquecerse tan sólo por tener la
suerte de que una decisión administrativa recalifique una propiedad de rústica
a urbana.
Todo el mundo
critica la normativa actual, pero algunos remedios son peores que la enfermedad;
por ejemplo, los que propugnan liberar todo el suelo, es decir, convertirlo
todo en urbanizable. Sería el caos urbanístico, la ley de
En primer lugar,
habría que elaborar planes de urbanismo transparentes que no podrían quedar
exclusivamente en manos de los Ayuntamientos; precisarían de la aprobación de
Existe cierta
postura bobalicona que canta las excelencias de la autonomía municipal y
proclama la conveniencia de desconcentrar aún más las decisiones en los
Ayuntamientos con el argumento de que están más cerca de los ciudadanos que
otras Administraciones. Este factor no siempre constituye una ventaja, más bien
al contrario puede convertirse en un handicap,
al perder objetividad e imparcialidad en las decisiones a tomar. Cualquiera que
conozca