El
mundo al revés
Habrá que preguntarse si, como Goytisolo, no
estaremos soñando un mundo al revés. No hay ciertamente "lobitos buenos,
brujas hermosas o piratas honrados", pero sí socialistas que abogan por la
reducción de los impuestos y vicepresidentes de gobiernos conservadores que de
pronto se hacen ecologistas y se preocupan por el consumo del petróleo. ¿El
mundo al revés o, tal vez, simplemente que son intercambiables? Todo parece
depender de la situación en que se encuentran: en el poder o en la oposición.
No le falta razón a Rato cuando afirma que
lo que menos se necesita ahora es incentivar el consumo de hidrocarburos. Ahora
y nunca, diría yo. Pero esta sociedad viene fundamentando su crecimiento y
desarrollo en la energía barata. El petróleo y sus derivados han desplazado por
antieconómicos -¿antieconómicos?, todo depende de qué costes se contabilicen en
el precio- a otros muchos productos. ¿Y sobre qué base se asienta el libre
comercio? ¿Acaso no es sobre la de un transporte a coste reducido? El actual
sistema económico internacional sufriría un colapso y se desmoronaría si un día
faltase el petróleo. Practicamos una buena dosis de cinismo cuando clamamos
contra la pobreza del tercer mundo. Sabemos muy bien que nuestro estándar de desarrollo
no es extrapolable a la población mundial, que sería imposible generalizar
nuestro consumo energético. Manteniendo esta estructura de producción, nuestro
bienestar únicamente es viable a condición de que las restantes cuatro quintas
partes de la humanidad permanezcan en el subdesarrollo.
Proclamarse ahora ecologista para salir del
paso y rehuir la rebaja en la carga fiscal de los carburantes denota bastante
cara dura, casi tanta como la que manifiesta la oposición al demandarla,
congraciándose así de forma demagógica con los colectivos afectados. Los
impuestos especiales sobre carburantes vienen exigidos por la necesidad de
asumir las deseconomías externas que éstos producen y
la de compensar al Estado de los gastos públicos que su consumo conlleva. La
solución al problema no puede cifrarse en su reducción y, además, ¿estamos
seguros de que se traduciría en una disminución del precio y no en mayores
beneficios de las grandes compañías petroleras?