Déficit
cero
El miércoles pasado me refería en este mismo
espacio a cómo Aznar había hecho del déficit cero el centro de su discurso
económico, hasta al punto de convertirlo en el tema único de un proyecto de ley
llamada de estabilidad. Ley fantasma y etérea, caricatura y bonsai de la enmienda constitucional que tan en boga estuvo
en la literatura liberal de finales de los setenta y principio de los ochenta y
que ningún gobierno se atrevió nunca a instrumentar.
La enmienda constitucional es, sin duda, una
barbaridad desde el punto de vista económico, un corsé paralizante de la
actividad económica del Estado que sería inaplicable a cualquier empresa o
agente económico. Pero podría tener sentido desde la óptica jurídica, sentido
del que carece limitar por ley los déficit futuros. Cada presupuesto se
instrumenta mediante una nueva ley que anula o modifica las anteriores, y
cualquier prescripción que en materia de déficit contenga una ley ordinaria.
Pero hablemos del déficit y de sus
previsibles efectos negativos. Porque en esta materia, como en casi todas, se
practica un discurso reduccionista y mágico que no busca curar la enfermedad
sino los síntomas externos. Se ataca el déficit público afirmando que es
inflacionista o que incrementa los tipos de interés. En cuanto a los presuntos
efectos inflacionistas, resultan difíciles de creer desde el momento que se
dejó de financiar con aumentos de la base monetaria. Y en cuanto a los tipos de
interés, éstos no se incrementarán en mayor medida que si la actividad se
realizase por el sector privado.
Es por eso por lo que carece de sentido
calificar sin más al déficit público. Todo depende de su finalidad y sobre todo
de la alternativa. Los efectos macroeconómicos de construir una autopista no
diferirán sustancialmente si es acometida por el sector público o por el sector
privado. En el primer caso se incrementará el déficit y el endeudamiento
público, pero en el segundo supuesto serán el endeudamiento y la aportación de capital privados los que la financiarán. En ambas
circunstancias la construcción de la autopista, con o sin déficit, consumirá
recursos financieros del sistema que presionarán sobre los tipos de interés.
Pero es que, además, todos estos análisis
carecen de sentido desde el momento en que nos movemos en el ámbito de la Unión
Monetaria y en mercados financieros globales. Los Estados se financian en ellos
de manera similar a las grandes empresas. El problema fundamental es el de
solvencia. No importa tanto el déficit concreto de un ejercicio económico, como
el grado de endeudamiento y sobre todo la capacidad fiscal y tributaria de
futuro. La bajada de impuestos, que tiene un carácter estructural, puede ser en
este sentido más perjudicial que los desequilibrios presupuestarios
coyunturales, especialmente si éstos van dirigidos a la inversión y van a ser
generadores de nuevos ingresos.