Los
hooligans
Todas las encuestas
realizadas tras el Debate sobre el Estado de
El pasado jueves, día siguiente al
enfrentamiento de Zapatero y Rajoy en el Parlamento, los hooligans
estaban exultantes. Confundían la opinión pública con sus apreciaciones,
estaban convencidos de que Rajoy había ganado por goleada y, lo que era más
importante, lo había hecho siguiendo sus indicaciones y su discurso. Ya era
hora de que la oposición, la pusilánime oposición, se atreviese a decir las
cosas claras. Por eso, un día más tarde, el viernes, no podían creerse los
resultados que arrojaban los sondeos.
¿Cómo explicar resultados tan explícitos y
contundentes? ¿Qué razón puede haber para que un treinta por ciento de los
votantes del PP no secundasen y aun criticasen el discurso de Rajoy? Rajoy
tiene buena oratoria, es brillante, su forma la otra tarde fue impecable. Hay
que reconocer además que el discurso y la política del Gobierno en materia
autonómica originan interrogantes e incertidumbres, y presentan por tanto
flancos débiles, muy aprovechables por una oposición inteligente. ¿Por qué
entonces Rajoy sufrió en el debate una derrota tan acusada? La única
explicación posible es la de haberse dejado llevar por los hooligans y
haber copiado miméticamente su discurso, si discurso puede llamarse a lo que
hacen.
El presidente del PP sucumbió a los retos y
emplazamientos que diariamente recibe exigiéndole que se tire al monte. Y parece
ser que en esta ocasión les ha hecho caso. De ahí que su discurso sonase
apocalíptico, bronco, insultante, exagerado. Todo exceso termina socavando las
razones y los argumentos más consistentes. La distorsión de la realidad crea
inmediatamente rechazo en la mayoría de los que escuchan.
Nadie puede negar que en los momentos
presentes se vive en nuestro país un problema
territorial delicado, y que las ambigüedades del Gobierno, originadas sin duda
por no contar con mayoría parlamentaria y por las desviaciones del PSC,
permiten espacios de sombra y desasosiego sobre el desarrollo futuro. Hubiese
sido lógico y legítimo que el PP se sirviese de ese flanco débil para realizar
su oposición. Lo que parece que gran parte de la opinión pública ha considerado
inadmisible y ha provocado un rechazo tan unánime es que, en una cabriola
carente de toda lógica, se identifique nacionalismo con terrorismo, o se acuse
al Gobierno de traicionar a los muertos. En fin, que haya copiado el discurso
que los hooligans hacen a diario.
Los hooligans, amparados por