Los tres
tenores y otras viejas glorias
Las viejas glorias han salido a la
palestra: Aznar, González, Boyer, Solchaga, Solbes; todos ellos dispuestos a repetir la cantinela que
nos ha conducido a la situación actual. Si algo debiéramos tener en cuenta, es la
no coincidencia entre los ciclos políticos y los económicos. Es frecuente que
determinados gobiernos sufran las consecuencias, positivas o negativas, de
medidas adoptadas por otros gobiernos.
Zapatero es, sin duda, culpable de
la actual crisis, de no darse cuenta en el año 2004 de los desequilibrios
producidos y de los peligros que acechaban a la economía española, de asumir
bobaliconamente una política económica continuista, pero sobre todo de su
ceguera para percatarse de la crisis cuando ya estaba encima y de su reacción
tardía y a bandazos, dejándose llevar, y sin ninguna resistencia, por la
presión internacional. Ahora bien, Zapatero no es el único culpable.
La historia viene de muy lejos, al
menos de la aprobación del Tratado de Maastricht y de la empalagosa postura de
nuestros gobernantes al aceptar sin réplica todo lo que viniese de Europa.
España ingresó en
Esta crisis ha provocado un enorme
déficit público, cuyo origen se encuentra principalmente en la abultada caída
de la recaudación, fruto del desmantelamiento de
La recesión económica en España se
ha trasladado al mercado laboral de forma más intensa y más rápida que en los
demás países. La causa de este fenómeno hay que buscarla en la ingente
precariedad en el empleo ocasionada por las distintas reformas laborales del
pasado. Desde que se aprobó el Estatuto de los Trabajadores, no ha dejado de
escucharse la misma monserga: la necesidad de reformar el mercado laboral,
propiciar la contratación temporal y abaratar el despido. La excusa, siempre la
misma, incentivar la creación de puestos de trabajo, pero lo cierto es que el
empleo sólo se crea cuando existe demanda y para lo único que han servido las
reformas laborales ha sido para que en las épocas de prosperidad el empleo
generado fuese de baja calidad y para que en las épocas de crisis la
destrucción de puestos de trabajo se esté produciendo a un ritmo mucho mayor
que en cualquier otro país.
Lo paradójico, por no decir lo
cínico, es que ahora, con el objetivo de abaratar aun más el despido, se
argumente a base de destacar los efectos nocivos de mantener esa dualidad en el
mercado de trabajo y que quienes así razonan sean precisamente los que en otras
épocas crearon
Y, hablando de cinismo cuesta
escuchar al presidente del Banco Santander defender el abaratamiento del
despido cuando hace algunos años no tuvo reparo en utilizar varios miles de
millones de pesetas de los recursos del banco para despedir a dos altos
ejecutivos que le podían disputar la presidencia de la entidad financiera.
Sería interesante que todos los que reclaman la reforma laboral y el
abaratamiento del despido declarasen previamente los blindajes que aparecen en
sus contratos: banqueros, empresarios, altos ejecutivos y políticos retirados y
en activo. Recordemos tan sólo que los ministros y los secretarios de Estado,
cuando cesan en sus cargos, reciben dos anualidades de su sueldo compatibles
con cualquier otra retribución, y que, sin embargo, estas cantidades parecerán
con toda seguridad baratijas comparadas con otras indemnizaciones que se cobran
en el sector privado.