Cláusula
de revisión salarial
Merkel parece haberse
convertido en portavoz del Banco de España, de la CEOE y, en general, de la
política económica más conservadora. Ahora quiere imponer al resto de los
países un plan de competitividad que, amén de otras lindezas, persigue que en
la fijación de los salarios no se tenga en cuenta el crecimiento de los
precios, como si esto fuese posible.
Es ésta una cuestión
recurrente que la derecha económica ha intentado siempre poner sobre el tapete.
Observen que he dicho económica, porque hay mucha derecha económica en el
partido socialista o en los medios de comunicación que se tienen por progres.
La pretensión es siempre la misma: conseguir que en esa batalla por el reparto
de la renta entre salarios y precios -es decir, entre trabajadores y
empresarios-, los primeros se den por vencidos incluso antes de comenzar la
contienda.
Sea cual sea el tema
de que se trate, el discurso económico de la derecha comienza siempre
asentándose sobre una falacia. En este caso es la afirmación de que la
competitividad depende de los salarios, cuando existen otros muchos factores a
considerar y, en todo caso, serían los
precios y no los salarios los que pueden influir en ella. La prueba evidente es
que los países con salarios más reducidos no son los más competitivos. Si fuera
así, España estaría a la cabeza de ese ranking.
En las condiciones
actuales, con mercados cautivos, no existe ninguna garantía de que la reducción
de los costes laborales redunde en los precios y de que no se orienten más bien
a incrementar el excedente empresarial. Desde luego, eso es lo que está
ocurriendo en nuestro país.
La propuesta de Merkel, o
La derecha económica
hace trampa cuando utiliza los costes laborales unitarios en términos
nominales, ya que es en términos reales como hay que considerar tal variable.
Este índice es tan sólo el cociente entre salarios reales y productividad. Si
el índice crece (es decir, el salario real se incrementa más que la productividad),
la distribución de la renta se modifica a favor de los trabajadores y, por el
contrario, cuando el índice disminuye, como viene siendo habitual desde hace
treinta años, la distribución de la renta cambia a favor del excedente
empresarial.
Desde el año 2000
hasta el 2007, los precios en España han crecido 17 puntos más que en Alemania;
España ha perdido frente a Alemania el 17 por ciento de la competitividad vía
precio. Sin embargo, los costes laborales unitarios en términos reales han
tenido una evolución similar. La razón, por tanto, no se puede encontrar en el
crecimiento de los salarios, sino en los beneficios empresariales que se han
incrementado a mucho mayor ritmo en España que en Alemania.
Lo único que han
hecho los salarios en nuestro país ha sido defenderse malamente del aumento del
coste de
Por otra parte,
resulta difícil entender a la canciller alemana.
Fundamentar la competitividad en los precios y los salarios es establecer un
sistema de suma cero en el que el crecimiento se consigue exclusivamente a base
de empobrecer al vecino. Si realmente los países de la Eurozona hiciesen caso a
Merkel y ganasen competitividad por este
procedimiento, la primera en perder sería la economía alemana, ya que no podría
disfrutar de la ventaja que mantiene en la actualidad al contar con un tipo de
cambio nominal infravalorado con respecto al real o al efectivo.
El crecimiento de
Alemania se basa fundamentalmente en las exportaciones; aunque para ello es
necesario que los otros países tengan déficit e incrementen su consumo. Si
todos los países desalentasen el consumo y fundamentasen su crecimiento
únicamente en las exportaciones y en robar un trozo de la tarta al vecino,
todas las economías se deprimirían. Esto es lo que más o menos viene sucediendo
en los últimos años. Alemania en lugar de pedir a los otros países que reduzcan
los salarios debería incrementar los suyos, y así todos saldríamos ganando.
Bueno, todos quizá no, los empresarios ganarían menos.