El
señor Conthe se cabrea
Hace ya casi un
año, el seis de julio concretamente, me pronunciaba desde estas mismas páginas
digitales a favor del nombramiento de Fernández Ordóñez para gobernador del
Banco de España, frente a las objeciones planteadas por el PP basadas en su
militancia política. Era, sin embargo, esa misma militancia política la que
fundamentaba mi posición. Creía yo que de esta forma todo quedaba más claro y
se dinamitaba el mito de la independencia con la que se quiere revestir la actuación de ciertos organismos públicos.
Precisamente por
esto me resulta ahora tan
patética la postura del actual
presidente de
Pues bien, ¿cree Manuel Conthe de verdad que ha llegado a ser presidente de
El señor Conthe es tan independiente como el
resto de consejeros de ese organismo (solo hay que ver sus currículos y sus
amistades). Existe una pequeña diferencia, ellos, siquiera, son conscientes de quién les ha nombrado y
de para qué se les ha nombrado; como compensación, cobran sueldos suculentos
muy por encima de cualquier otro puesto de
La razón de que el señor Conthe esté donde está
es, como en otros muchos casos, sus amistades políticas; parece que en esta
ocasión, la del vicepresidente segundo del Gobierno. Con él fue director
general del Tesoro, no sé si muy eficiente, al menos para los intereses del
erario público por la enorme cantidad de recursos ociosos que mantuvo como
saldo en las cuentas del Banco de España, al tiempo que pagaba fuertes
intereses por la deuda pública (ver el diario El Mundo de 19 y 30 de
mayo, y 7 de junio de 1994). Pero quizás su mayor contribución y mérito haya sido aceptar el nombramiento de secretario de Estado de Economía en los últimos seis
meses del felipismo, cuando habían aflorado
plenamente a la opinión pública el escándalo del GAL y todos los casos de
corrupción, y nadie, por lo tanto,
estaba dispuesto ya a embarcarse
en esa nave.
Lo de ser independiente es una loable finalidad, pero como el mismo señor
Conthe afirma, no se puede servir a dos señores. A
los verdaderamente independientes la carrera se les termina muy pronto. Pero
cuando uno quiere medrar y acepta determinados nombramientos debe saber muy
bien en qué bando juega, y bajo qué presupuestos. Hay que estar a las duras y a
las maduras, y si se aceptan las prebendas, hay que aceptar también los vasallajes. Es verdad que todo el mundo puede equivocarse -aunque equivocarse a estas alturas de la película tiene bemoles-, pero entonces hay que dimitir; si se desea,
dando explicaciones, pero sin creerse un poder contrapuesto al poder político,
que habla de tú a tú al Gobierno y que chantajea al Parlamento, condicionando
su dimisión a que se le permita comparecer en las Cortes. A Conthe
no le ha elegido nadie que se sepa más que Solbes y Zapatero.
Un diario nacional que, de acuerdo con su posición política tiene ahora
empeño en defender la postura de Conthe, escribió el
otro día un editorial afirmando que el presidente de
Es comprensible que la opinión que se tenga del Gobierno, de los
diputados y demás políticos no sea muy buena. Ellos no están haciendo demasiado
para lo contrario. Pero, hoy por hoy, el sistema democrático con todas sus
imperfecciones, y en España tiene muchas, es el menos malo de los posibles, y
el poder político el único legitimado para hacer de árbitro y regular el poder
económico y los mercados. Toda otra habilitación para constituirse en
regulador, incluso
Las políticas del Gobierno pueden ser malas -algunas seguro que lo son-, incluso pueden perseguir objetivos bastardos. Sin embargo, la solución tan solo puede venir de que los
ciudadanos les retiren la
confianza, si lo creen conveniente, en las próximas elecciones y nunca por
contraponer poderes que no han pasado por las urnas.
La pretensión de Conthe de condicionar el
nombramiento de su sucesor es descabellada y más aún esa exigencia de que sea
independiente. ¿Acaso piensa Conthe que si de verdad
él hubiera sido independiente habría llegado a ese puesto? ¿Es que acaso no recuerda las declaraciones del PP, aun cuando ahora
se aprovechen de él e intenten utilizarle, en el momento de su nombramiento?
En el Consejo de
En política, cuando uno pierde, aunque tenga razón, se va. La contienda política no la decide la razón, sino las
mayorías y las minorías. En cualquier caso, lo que nunca se puede hacer es
transformar una cuestión de protagonismo y poder en un problema ontológico y
trascendental.