La
clase política
La
semana pasada todos los medios de comunicación social traían a su portada la
percepción negativa que, según el CIS, tienen los españoles de la clase
política. La noticia, desde luego, no es nueva; quizá, eso sí, aparece
acrecentada ante las graves injusticias que está generando la crisis económica
y las medidas posteriormente aplicadas
Ante
estas supuestas críticas, no han faltado personajes políticos que, entre
ofendidos y escandalizados, y tachando de populistas a izquierdas y derechas,
hayan salido a reivindicar la dignidad de la actividad política, la cual nadie
ha negado. Una cosa es la actividad política y otra muy distinta cómo la
practican los que la ejercen en los actuales momentos. Si alguna idea se
encuentra en el origen del movimiento 15-M es la defensa de la democracia, pero
también la denuncia de que esta se está pervirtiendo, desvirtuando y vaciando
de contenido.
Dicen
que la Historia no se repite. Es posible que su trayectoria no se adapte a la
figura del círculo; no obstante, a menudo adopta la de una espiral, lo mismo
pero a la vez distinto. No se produce el eterno retorno, los acontecimientos
nunca son idénticos, pero sí muy parecidos. Marx llegó a proclamar que el Estado
(es decir, el poder político) constituía el Consejo de administración de
El
Estado democrático social y de derecho que determina la Constitución se
fundamenta en que el poder político actúa como contrapeso del poder económico.
Esta división de poderes es más fundamental que
Sería
sumamente interesante realizar un catálogo de las situaciones económicas y
profesionales en las que se encuentran los ex ministros, ex secretarios de
Estado, ex presidentes de empresas públicas, ex presidentes y consejeros de
Comunidades Autónomas, etc. Nos quedaríamos enormemente sorprendidos del grado
en que se cumple esta mixtura sean de uno o de otro partido. ¿Tiene algo de
raro que los ciudadanos desconfíen de los políticos?
La
actividad política se configura como una de las actividades más nobles, cuando
los que la ejercen se mueven por el bien general y les supone la mayoría de las
veces sacrificios y renuncias, pero comienza a pervertirse cuando, como en los
momentos presentes, se transforma en plataforma para que medren los que en ella
participan, alcanzando puestos que jamás hubieran ocupado en la vida civil.
¿Puede resultar sorprendente que la sociedad no se fíe de los políticos?
Cuando
el Gobierno y la mayoría de los partidos asumen las tesis de los grandes
conglomerados financieros, se hace repercutir el coste de la crisis sobre las
clases bajas, mientras se respetan los derechos y las prebendas de las altas;
cuando se niegan a gravar fiscalmente a los ricos, ¿cómo extrañarnos de que los
ciudadanos vean con recelo a los políticos y los consideren el Consejo de
administración de los poderes económicos y financieros?