Un
problema político
¿Podrán seguir pagándose las actuales
pensiones? SI
Sí. Poder, claro que se podrá. Otra cosa muy
diferente es que se quiera, es decir, que exista la voluntad social y política
de mantener el sistema público de pensiones.
En todos los países desarrollados la renta
per cápita casi se ha duplicado en los 20 últimos años. Somos el doble de
ricos. Es fácil prever, incluso adoptando una postura conservadora, que otro
tanto ocurrirá, sea cual sea la pirámide de población, en los próximos 30 años.
¿Cómo podemos afirmar que van a ser inviables aquellas prestaciones que sí
manteníamos cuando éramos cuatro veces más pobres? El presunto envejecimiento
de la población no tiene por qué implicar unos menores recursos totales. Quizá
tan sólo una composición distinta de la demanda. Menos gasto en Educación y más
en Sanidad y pensiones, menos consumo de bienes privados y más de servicios
públicos. El problema no es de producción ni de falta de recursos, sino de
reparto. Es un problema político, ideológico, de opciones. ¿Cuál va a ser el
criterio para distribuir toda esa inmensa riqueza de la que nos vanagloriamos?
La confusión, confusión querida y propiciada
en el Pacto de Toledo, proviene de separar la Seguridad Social del resto de las
finanzas públicas, creando compartimentos estancos e incomunicados. ¿Dónde está
dicho que las pensiones deban financiarse exclusivamente con cotizaciones
sociales? El sistema público de pensiones es antes que nada una obligación
constitucional del Estado, de ese Estado social previsto en nuestra Carta
Magna, que deberá sufragarse, al igual que el resto de las obligaciones
públicas, mediante todos los recursos del Estado. Recursos que,
independientemente de la relación activos-pasivos, se incrementarán de manera sustancial
en el futuro si, como es de esperar, la renta y la riqueza nacional crecen al
mismo ritmo que en las dos décadas anteriores; recursos que deberán generarse
de la imposición sobre todas las rentas y no sólo sobre las de trabajo.
No existe ninguna inviabilidad económica,
siempre que estemos dispuestos a mantener un sistema fiscal progresivo. Ello es
tanto más cierto en nuestro país donde, a pesar de lo afirmado en el último
panfleto de la OCDE, el gasto en pensiones absorbe tres puntos menos del PIB
que en la media de los países europeos.
Por otra parte, la calificación de reparto
no deja de ser relativa. Podríamos suponer que el dinero aportado hoy por las
cotizaciones se dirige, no a financiar las pensiones actuales, sino como
préstamo al Estado que lo devolverá en el futuro con sus intereses en forma de
pensiones. Los detractores del sistema público serían los primeros en poner el
grito en el cielo si alguien osase afirmar que mañana el Estado va a negarse a
pagar las amortizaciones e intereses de la deuda pública.