La profecía de Leire Pajín se ha cumplido y el acontecimiento planetario ha
tenido lugar. Desde el día 1 de enero, Zapatero preside
Pero eso no amilana al presidente
del Gobierno español que, fiel a su trayectoria de proponerse metas titánicas,
se ha fijado para este semestre sacar a Europa de
En la Moncloa estaba Delors, a quien se considera padre de la actual unión
monetaria y que ahora dice arrepentirse de que se realizase sin ir acompañada
de una unión económica. Pero ahí radica precisamente el problema y la causa de
casi todos los males: que se aceptase la constitución de una unión monetaria
sin los elementos compensadores necesarios (fiscales, sociales, laborales e
incluso financieros) de una unión económica auténtica. En contra de lo afirmado
por los reunidos en la Moncloa, lo que las cumbres de París y Bruselas dejaron
patente es que los países europeos se mostraron incapaces de dar una respuesta
conjunta a la crisis.
La única política en común es la
monetaria e incluso ésta con muchas limitaciones. Los bancos europeos no pueden
recurrir al BCE de la misma forma que los bancos americanos se dirigen a
¿Y qué decir de la política fiscal?
Bruselas propuso un plan anticrisis de 200.000 millones de euros –el 1,5% del
PIB comunitario–, pero, a la hora de la verdad,
cuando se examina el desglose, resulta que todo ha quedado a la iniciativa de
los estados. De los 200.000 euros, 170.000 los han tenido que aportar e
instrumentar los países miembros. Cada uno según se le ha ocurrido.
No, en Europa no existe una
política económica común y, lo que es más, tampoco hay ninguna posibilidad de
que en el futuro pueda haberla, desde el mismo momento en que aspectos tan
importantes como los fiscales, sociales y laborales, entre otros, están
blindados y sólo pueden modificarse por unanimidad, lo que resulta imposible
con 27 países tan heterogéneos.