La
rebelión de la CEOE
La CEOE, los empresarios, le han salido respondones
al gobierno; en su último informe critican abiertamente la política económica
aplicada por el ejecutivo. Son insaciables. Quieren más madera. Tal postura no deja
de tener su razón de ser, puesto que consideran al gobierno como cosa suya.
Cría cuervos, pensarán...
Comienzan por afirmar algo de sobra conocido, y que
algunos hemos venido sosteniendo con insistencia. La novedad radica en que sea
la CEOE quien lo manifieste. Que el déficit cero tiene muy poco de cero y
bastante de déficit. Es decir, que determinados gastos se trasladan a empresas
o a entes públicos de manera que no computan en el resultado de las cuentas del
Estado o de las Comunidades Autónomas. La estabilidad presupuestaria es más
nominal que real. Aunque mejor que sea así, porque, al menos, parte del
crecimiento de estos últimos años se debe a ese mínimo de política fiscal
expansiva y la otra parte a la permanencia de bajos tipos de interés. Si el
gobierno se contenta con alardear de boquilla de déficit cero, pues tan
ricamente.
A la CEOE,
en realidad, tampoco le importa el déficit. Si arremete contra él, es sólo para
propugnar el recorte de gastos, en particular los sociales. La prueba más
concluyente es que el déficit no parece ser impedimento para rebajar los
impuestos, rebaja que, por el contrario, les llena de satisfacción y que están
dispuestos a reclamar cada día, especialmente si estos son progresivos o recaen
sobre los empresarios. En este mismo informe se apuesta por la reducción del
tipo marginal máximo del IRPF del 48 al 45% o por la eliminación del impuesto
de actividades económicas para las grandes empresas.
Afirman que
los gastos sociales son improductivos. No se sabe muy bien qué se quiere decir
con eso de que son improductivos. Por lo pronto, son muy productivos para los
preceptores, normalmente de bajas rentas, y cuya supervivencia depende de
ellos; supervivencia, porque dada su escasa cuantía sólo les permite
sobrevivir. Resulta difícil afirmar, por ejemplo, que los gastos en sanidad son
improductivos. Acaso no lo son más los suntuarios o superfluos tan frecuentes
en nuestra sociedad de consumo. Tampoco se entiende muy bien que se consideren
como muy productivos los recursos destinados a reducir impuestos, a
incrementar, por ejemplo, la renta de aquellos cuyos ingresos superan los
catorce millones, y no las prestaciones sociales de desempleo o las pensiones
cuyos destinatarios tienen rentas mucho más reducidas.
En
realidad, el objetivo verdadero de la pataleta empresarial radica en su
exigencia de disminuir las cotizaciones sociales. Era evidente que los
planteamientos del Pacto de Toledo iban a conducir a ese resultado y que el
fondo de reserva, lejos de constituir una garantía de solvencia para las
futuras pensiones, se iba a transformar en todo lo contrario, porque una vez
dotado, difícilmente podría resistirse la presión de los empresarios para
reducir las cotizaciones sociales. Es la disminución de éstas y de otros
impuestos la que pone en peligro el mantenimiento futuro de las pensiones. Una
vez más surge la contradicción de que los que más han vociferado sobre la
inviabilidad del sistema público de pensiones sean los mismos que abogan por la
reducción de las cotizaciones sociales.
Como
siempre se usa una terminología que pretende ser neutral, aséptica, y esconder
así las verdaderas intenciones. Se habla de la conveniencia de abaratar la mano
de obra, para ser competitivos. Lo que se propone en el fondo es reducir los
salarios, salarios indirectos o diferidos, -pues no otra cosa es disminuir las cotizaciones
sociales- para incrementar los excedentes empresariales.
Por último,
¡cómo no! se plantea la necesidad de abaratar el despido improcedente, y se usa
el argumento de que así se terminará con los contratos temporales. Una falacia
más: la indemnización por despido improcedente pasó en la última reforma
laboral de 45 a 33 días por año trabajado, sin que por ello se redujese lo más
mínimo el porcentaje de precariedad; el 33%, casi el triple que el de la Unión
Europea. Por otra parte, no existe mejor forma de abaratar el despido
improcedente, que prohibiéndolo. No olvidemos que se está hablando de aquella
rescisión de contrato laboral tomada arbitrariamente por la empresa sin razón
ni causa.
En fin, la CEOE ha pretendido con este informe
indicar al gobierno cuál debe ser su próximo programa electoral. Por supuesto
el que presente el PP será aparentemente distinto y bastante más edulcorado,
pero no hay que equivocarse, es el de los empresarios el que tendrá, en los
próximos cuatro años, bastante probabilidad de cumplirse, al menos en su mayor
parte.