Autopistas
a la sombra
El plan de
estabilidad impuesto en la
Unión Europea está presentando más inconvenientes que
ventajas. Y por ceñirnos sólo a uno de ellos, el haber convertido el control
del déficit público, y por ende el del endeudamiento, en algo mecánico,
abstrayendo de su composición y de las circunstancias. Es una especie de tabú a
mantener, pero sin relación con los efectos económicos. Lo importante es
cumplir el precepto y recibir el beneplácito de Eurostat,
lo que ha conducido a que todos los gobiernos inventen mil trucos para burlar
la norma y el control de este organismo comunitario. Contabilidad creativa la
han denominado algunos.
Se han originado así
las situaciones más curiosas por contradictorias, pero con un efecto perverso
precisamente sobre el control del gasto público y sobre la racionalidad y la
eficacia presupuestarias. Los recursos se asignan en múltiples ocasiones
atendiendo no tanto a la necesidad y rentabilidad económica o social de la
partida correspondiente sino en función de si es o no uno de esos gastos que se
pueden disfrazar en la contabilidad creativa y si de acuerdo con las reglas de Eurostat no computa en el déficit. Así puede ocurrir que no
haya el menor problema para destinar recursos al AVE, se necesiten o no y sin
ninguno estudio comparativo de las ventajas y desventajas de medios de
transporte alternativos, y en cambio se practique una política cicatera en
otras partidas de gasto quizás mucho más convenientes.
En general, ha sido
en la inversión pública en la que mejor se ha podido practicar este arte de la
simulación, y por lo tanto la mayor beneficiaria de esta política. El déficit
real –no el contable– no desaparece, únicamente se disfraza, pero, eso sí, en
la mayoría de los casos el disfraz termina siendo un chollo para los
empresarios y una mayor carga para los contribuyentes. El actual alcalde de
Madrid, en su etapa de presidente de la
Comunidad Autónoma , fue un artista
en este menester. Su invento más notable parece ser que fue el de Mitra que,
como era lógico, antes o después –más antes que después–, terminaría siendo
desenmascarado por Eurostat. Pero ha habido otros no
menos ingeniosos y con resultados aun más dañinos. Me refiero a las autopistas
con peajes en la sombra.
Así se han construido la M-45 y la 501.
El sistema consiste
en algo muy simple: la constructora financia toda la obra y la Administración
se la va pagando en una serie de años en función del tráfico estimado que tiene
la autopista. Desde
el punto de vista macroeconómico, e incluso presupuestario, no hay diferencia
con la realización de la obra por la
propia Administración , en la que
ésta se endeuda y en una serie de años también va pagando la amortización y los
intereses. ¿Dónde está el truco? Pues que mientras por el segundo
procedimiento, el normal, el déficit y el endeudamiento públicos se incrementan
por el total de la obra cuando ésta se realiza, en el caso del peaje en la
sombra, ni el déficit ni el endeudamiento públicos
sufren alteración en el momento de la
construcción. En realidad se supone que no hay endeudamiento y
que el gasto se computa tan sólo año a año cuando se paga a las constructoras
los correspondientes “peajes”.
Es un puro juego
contable porque desde la óptica macroeconómica y presupuestaria real no existe
diferencia. El impacto, si lo hubiera, sobre el tipo de interés, la inflación,
el ahorro o cualquier otra variable es similar. Un juego, sí, pero que sale muy
caro al erario público, o lo que es lo mismo, al contribuyente. Los
empresarios, y menos aún los de la construcción, nunca pierden. Fijémonos en la
M-41. El coste de la obra fue de 487 millones de euros. De
acuerdo con las cláusulas del contrato, la Comunidad de Madrid ha pagado ya por
canon en los tres primeros años de servicio 204,4 millones, cifra que según
estimaciones ascenderá al final de la concesión (25 o 30 años según el tramo) a
1670,7 millones de euros, el doble o el triple, incluso englobando los
intereses, de lo que se pagaría si se hubiese construido y financiado por el
procedimiento normal. Vamos, un auténtico negocio para la Administración y los
contribuyentes. Pero, eso sí, podemos dormir tranquilos porque las cuentas
públicas se presentan sin déficit. Se ha cumplido la estabilidad
presupuestaria.