La
comunidad internacional
Que el lenguaje no es neutral, hace tiempo
ya que se sabe. Algunas expresiones constituyen trampas o intentos de
justificar lo injustificable. El término "comunidad internacional" se
ha puesto de moda. A ella recurre el Imperio y sus virreyes europeos cuando
pretenden exculpar sus actividades arbitrarias, y a menudo abusivas, en otros
países.
La tan citada comunidad internacional no es
ni internacional, ni comunidad. De internacional únicamente tiene el nombre ya
que quienes se lo apropian, representan, en el mejor de los casos, un reducido
grupo de países; eso sí, son los de mayor riqueza y poder económico. Tampoco
está claro lo de "comunidad", pues los lazos que les unen no están fundamentados
en la amistad o en la simpatía, en el sentido que emplea esta palabra Max
Scheler, sino en el puro interés crematístico.
En nombre de la comunidad internacional se
ha masacrado y se continua masacrando al pueblo de
Irak. Se la ha invocado para bombardear Kosovo y disculpar los "efectos
colaterales". Bajo su bandera y por pura venganza, sangre por sangre, se
ha arrasado Afganistán. A la Comunidad Internacional le está permitido violar
los derechos humanos que con tanto ardor invoca. Puede condenar a muerte, sin
juicio, con un simple "se busca", a quien el Imperio ha señalado como
terrorista. Para luchar contra un terrorismo puede convertirse a su vez en
terrorista. Ignorar la Convención de Ginebra. Establecer juicios militares, sin
garantías y sin las salvaguardias jurídicas mínimas. Secuestrar a quienes los
servicios de inteligencia señalan, trasladándoles, como prisioneros, a miles de
kilómetros de distancia de sus países, confinarles en campos de concentración,
y someterles a vejaciones, interrogatorios, y torturas. Ellos son el "eje
del mal" y nosotros la comunidad internacional.
Pero, he aquí que últimamente la Comunidad
Internacional ha desaparecido. Ella –presta siempre a echar sobre sus espaldas
la ardua labor de restaurar, en cualquier parte del mundo, mediante bombardeos
y cañonazos, el orden resquebrajado–, se ha ausentado ante el genocidio
ejecutado por Israel contra el pueblo palestino. Declaraciones ambiguas,
posiciones equívocas. Europa no cuenta, y se lo están haciendo notar con absoluto
desprecio. La postura desairada en que ha quedado el gobierno español y el
también español Mr. Pesc, no deja lugar a dudas. Y es
que Europa, excepto para el comercio y la moneda, no existe. Existen los países
europeos y todos ellos, unos más otros menos, sumisos y aduladores ante el
gigante americano.
EEUU sí cuenta, pero en este caso no quiere
contar. Bush en el fondo está de parte del carnicero Sharon, y cuando realiza
admoniciones para que abandone los territorios ocupados lo hace con la boca pequeña.
Continuando la representación, envía a su Secretario de Estado, pero sin prisas
y sí con pausa, muchas pausas, con múltiples paradas, casi una ruta turística.
El viaje parece orientarse más a lograr la neutralidad de ciertos países árabes
que a conseguir que cese la ocupación y la matanza.
Israel ignora todas las resoluciones de la
ONU y la comunidad internacional ignora que las ignora. Busch censura mientras
tanto a Arafat e incluso le pone condiciones para entrevistarse con su enviado.
Le censura en nombre de la democracia. Y en nombre de la democracia, el
portavoz de la Casa Blanca respaldaba gozoso el golpe militar de Venezuela.
Detrás de la comunidad internacional se
encuentran los intereses económicos, el gas y el petróleo. Y el petróleo ha estado
también detrás de la cuartelada venezolana. No es que me caiga especialmente
bien Chaves. Más bien lo contrario. Le contemplo con gran desconfianza. Para
entenderle, tal vez haya que vivir en un ranchito en Venezuela. En cualquier
caso, mayor desconfianza me causa un golpe de Estado de los militares,
preparado previamente con una huelga patronal, y que coloca como presidente de
gobierno al jefe de los empresarios, al representante de los intereses
petroleros.
La comunidad internacional, es decir EEUU,
se precipitó en dar la bienvenida a los golpistas venezolanos, y se les han
visto las vergüenzas, igual que en nuestro 23 F. Y después dicen que tenemos un
antiamericanismo infantil, propio de una postura nostálgica y trasnochada.