Espejismos presupuestarios

Estos muchachos del PSOE han recobrado el olfato político. Están aprendiendo a encontrar los puntos débiles del gobierno y aprietan donde más le duele, por ejemplo, en el incremento de precios.

La inflación continúa desmadrada en comparación con la media de los otros países europeos, lo que representa, al tener todos la misma moneda, una pérdida automática de competitividad frente a ellos. El gobierno no podrá achacarlo ni a los salarios, –en términos reales, crecen menos que los de los demás países–, ni al déficit público, ya que se jactan del equilibrio presupuestario y reprochan a los otros, a los que tienen menos inflación, su laxitud en materia presupuestaria.

El PSOE aprovecha la oportunidad y hace un plan para combatir la inflación, lástima que casi todo él se base en reducir impuestos, es decir, en limitar los recursos del Estado, olvidando que quien fija los precios, y por tanto los principales beneficiarios de la inflación, son los empresarios.  

En materia presupuestaria y fiscal son frecuentes los espejismos. Abundan los titulares declarando que la mayor inflación le cuesta al Estado tantos miles de millones. Se refieren a que el gasto en pensiones se elevará al estar estás indiciadas, pero pocos gastos más son los que gozan de esta prerrogativa, en cambio los ingresos, en su totalidad, evolucionan con el índice de precios y muchos de ellos con elasticidad superior a uno. El saldo para el presupuesto resulta francamente positivo.

El que los precios se incrementen más de lo previsto, no perjudica, en contra de lo que a veces se afirma, a la Hacienda Pública. En el presupuesto, son los funcionarios los que asumen los costes de la inflación, ya que sus retribuciones raramente se encuentran indiciadas, ni sometidas a revisión por el mayor incremento de los precios.

Espejismo, también, el de ciertos titulares declarando que en el año 2003 los empleados públicos ganarán capacidad adquisitiva. Anuncian con ellos la oferta que el gobierno ha realizado a los sindicatos de funcionarios de que las retribuciones de éstos subirán para dicho año un punto  sobre el IPC previsto. Espejismo, porque es evidente que la inflación real a final del ejercicio se desviará de la presupuestada en algo más de un punto, con lo que los funcionarios no sólo no ganarán, sino que perderán de nuevo poder adquisitivo.

Más que espejismo, invención, es la afirmación vertida desde el gobierno de que los 4000 millones de euros resultantes de la reducción del IRPF y de la supresión del impuesto de actividades económicas (IAE) para dos millones de empresarios “se traducirán en una considerable inyección de actividades económicas”. El dinero no se crea ni se destruye, o mejor dicho sólo lo crea y destruye el Banco central europeo. De alguna parte saldrán los 4000 millones de euros y algo habría hecho el Estado con ellos de no destinarlos a rebajar los impuestos; o bien los hubiese transferido a las familias y a las empresas por otros mecanismos o él mismo hubiese acometido determinadas actuaciones económicas. No se ve porqué el impacto sobre la actividad económica no podría haber sido igual e incluso mejor que el que se va a conseguir. Bien es verdad que entonces tal vez los beneficiados no serían las rentas altas y los empresarios.