La
hipocresía alemana
El
Gobierno alemán acaba de modificar su legislación con el objeto de excluir a
los trabajadores españoles, portugueses y griegos de la prestación del llamado Hartz IV para parados de larga duración, cuya cuantía es de
364 euros, a la que se añade otra serie de beneficios sociales. Hasta ahora,
los trabajadores emigrantes de los 17 países -entre los que se encuentran los
tres anteriores- que firmaron la Convención Europea sobre Asistencia Social y
Médica en el año 2000 tenían derecho, aunque no hubiesen trabajado nunca en
Alemania, al cobro de esta ayuda, del mismo modo que los trabajadores alemanes
Lo
primero que sugiere la noticia es la gran diferencia existente entre el sistema
de protección social de Alemania y el de España. Por ello, cuando desde el
ámbito político o económico se cita a Alemania de cara a copiar determinados
aspectos que merman derechos sociales o laborales, tal como se ha hecho en la
actual reforma del mercado de trabajo, hay que contestar que las importaciones
de elementos foráneos no se pueden realizar de manera individual recogiendo los
aspectos más negativos de todos los países sino en conjunto, y estoy seguro de
que los trabajadores españoles, por ejemplo, no tendrían ningún inconveniente
en cambiar la totalidad de sus condiciones laborales y sociales por las de los
alemanes.
Pero
la noticia sugiere algo más, la enorme mentira en que se basa la Unión Europea.
Es evidente que una cosa es la libertad de circulación de las mercancías y de
los capitales y otra cosa muy distinta la de los trabajadores. Movilidad, sí,
pero tan solo cuando interesa y en determinadas condiciones. Alemania se
encuentra, gracias a la Unión Monetaria y a los beneficios que obtiene de ella
en contraposición a otros países, por lo menos hasta ahora, en una situación
económica buena, hasta el punto de necesitar importar mano de obra cualificada.
La misma Merkel en su visita a España manifestó la
necesidad que tiene su país de técnicos e ingenieros, animando a los jóvenes
españoles con titulación a la emigración, y no es ningún secreto que jóvenes
licenciados en distintas materias, especialmente ingenieros, ante la falta de
trabajo en España dirigen sus pasos al país germánico. Semejante flujo
migratorio constituye otro elemento de enriquecimiento de Alemania, que recibe
mano de obra ya preparada, y de empobrecimiento de España, que ve cómo su
inversión en educación se marcha a producir a otras latitudes. Ahora bien,
Alemania no está dispuesta a admitir a otro tipo de trabajadores que llegan
simplemente a buscar trabajo.
Las
manifestaciones al respecto del Gobierno alemán constituyen un buen ejemplo de
hipocresía y fariseísmo. El portavoz del Ejecutivo, Steffen
Seibert, afirmó que el Gobierno de
la canciller Angela Merkel
está plenamente a favor de los movimientos de los ciudadanos comunitarios, pero
para que esto siga siendo posible, señaló, hay que evitar malas prácticas y
abusos. Por lo visto, el derecho a la libertad de movimientos intracomunitarios
constituye un abuso de los ciudadanos, y hay que considerar mala práctica el
hecho de que Alemania cumpla los compromisos que adquirió cuando firmó la
citada Convención Europea, o la sentencia judicial de 2010 que la forzaba a
ello. En el colmo del cinismo, el portavoz del ministerio de Trabajo, Jens Florsdorff, ha pretendido
justificar la medida por el hecho de que en la situación anterior se trataba de
forma desigual a los ciudadanos europeos, ya que los de aquellos diez países
que no habían firmado la citada Convención no podían beneficiarse de tal prestación. Parece ser que la forma de
arreglar el dispar tratamiento es igualando por abajo. Muy propio del
neoliberalismo económico. Es la misma táctica que se sigue en España para
uniformar los distintos tipos de contrato, reducir la indemnización por despido
de manera que todos los contratos sean temporales.
No
obstante, quizá lo más esclarecedor de esta noticia sea que nos pone sobre la
pista de la falsedad del discurso de la señora Merkel, ¿Cómo es posible hablar
de unidad fiscal en Europa, cuando se limita para los no alemanes esta pequeña
ayuda, tanto más insignificante cuanto que apenas la solicitaban los
emigrantes? A la única unión fiscal que está dispuesta la
canciller es al sometimiento de todos los países a la disciplina fiscal que
ella quiera imponer. Alemania nunca aceptará una verdadera unión fiscal, que
representaría una importante transferencia de fondos de los países ricos a los
menos prósperos, pero por eso mismo los gobiernos de estos últimos países nunca
deberían haber aceptado una unión monetaria en estos términos, y por esa razón
también esta antes o después se deshará.