Carta
abierta a George Bush
Odiado señor Bush:
No se me ocurre ningún otro encabezamiento
para mi carta y no estoy dispuesto a emplear esas hipocresías que tan útiles,
suelen resultar en las relaciones diplomáticas. Emplear palabras como estimado,
querido o incluso excelentísimo sería una ironía, porque sin duda no hay nadie
en el mundo que concite en torno a su figura más odio que usted, usted lo sabe.
Sus visitas a cualquier país van acompañadas de grandes manifestaciones en las
que sin paliativos le gritan que, más allá de las mentiras oficiales de los
gobiernos, no es bien recibido por
Estoy seguro de que nunca leerá esta misiva,
pero me siento en la obligación de escribirla. Usted se ha dirigido a mí. Ha
tenido la desfachatez de mandar un mensaje al pueblo español en el primer
aniversario de la matanza de Atocha. Al pueblo, no al Gobierno. En su
megalomanía enfermiza pretende castigar a este Gobierno, con desplantes
infantiles que sólo provocan hilaridad, por haberse atrevido a contrariarle
sacando las tropas españolas de Irak. En la torre de marfil en la que se ha
encerrado se engaña una vez más. Fue el pueblo español y no Rodríguez Zapatero
el que forzó el regreso de nuestros soldados. Las múltiples encuestas
realizadas no dejaban lugar a dudas acerca de la opinión, casi unánime, de la
sociedad española en contra de esa guerra asesina y, más aún, en contra de que
participasen en ella los españoles. Las manifestaciones fueron también
multitudinarias y el día 14 de marzo las urnas provocaron la salida de un
Gobierno que había hecho oídos sordos al clamor popular. El único mérito de
Rodríguez Zapatero consiste en haber tenido el suficiente olfato político para
intuir que mantener las tropas en Irak sería lo único que la sociedad no le
perdonaría.
Su mensaje es un insulto a la inteligencia y
un ultraje al dolor de las víctimas. ¿Cómo puede usted hablar de que hay gentes
diabólicas que desean acabar con vidas inocentes, los niños y sus madres, sin
conciencia ni piedad? ¿Acaso no se da cuenta de que se está retratando y
describiendo sus propias acciones? ¿A cuántos inocentes ha matado en Afganistán
o en Irak, eso sí, desde su despacho y sin arriesgarse lo más mínimo? Y lo que
es peor, ¿cuántos espíritus ha aniquilado convirtiendo a jóvenes
norteamericanos, incautos y pobres, en torturadores, asesinos, dementes
bloqueados por el miedo, dispuestos a tirotear a cualquiera que se mueva aunque
sean ciudadanos pacíficos o incluso aliados?
Nos insulta cuando afirma que compartimos
una fe común en los valores de la libertad y santidad de vida. Yo con usted no
estoy dispuesto a compartir absolutamente nada. Su fe no es nuestra fe. Lo que
usted llama santidad de vida no es más que un fundamentalismo religioso tan
peligroso o más que el que dice combatir, y en su boca la palabra libertad forma
un rictus macabro, presagio de torturas y de muerte.
Creo que no me engaño al interpretar lo que
han sentido el viernes pasado una buena parte de las víctimas de
Es posible que, tal como ha afirmado el
presidente del Gobierno español, ninguna causa pueda justificar el terrorismo,
pero eso no quiere decir que no haya factores que lo originen, lo potencien y
lo incentiven. Hay variables que aumentan las probabilidades de que se
produzcan los ataques terroristas. El terrorismo islámico tiene como todo
fundamentalismo religioso mucho de irracional. En España existía, qué duda
cabe, al igual que en el resto de los países occidentales el peligro de
atentados, aunque resulta igual de evidente que el porcentaje de riesgo se
incrementó exponencialmente con la guerra de Irak y con el protagonismo que
nuestro país asumió de modo absurdo en el conflicto. Usted, señor Bush, es
culpable y como usted los que en nuestro país por estulticia, vanidad o miedo ayudaron
a que tal situación se produjese. Sé que no entra dentro de lo políticamente
correcto realizar tal afirmación. Pero creo que es especialmente importante
hacerla cuando desde determinados ámbitos se está intentando ocultar todo lo
acontecido con conspiraciones que sólo provocan risa.
Si le quedase algo de dignidad y de
elegancia, créame, lo mejor que podía haber hecho el 11 de marzo es haber
guardado un respetuoso silencio, y por lo mismo todos los que aquí en España
hace años le apoyaron en una guerra criminal e injusta deberían haberse
retirado a un discreto puesto en las conmemoraciones. Sus seguidores en nuestro
país, en ese afán sisífico de ocultar lo
evidente, se plantean quién es el autor intelectual del atentado. Pregúntese si
acaso no lo es usted aunque sea de forma indirecta. Los futuribles siempre son
eso, futuribles, imposibles de contestar. Nunca podremos saber si la matanza de
Madrid se hubiese producido de no haber tenido lugar el encuentro en las
Azores. Pero resulta que sus mismos partidarios aquí en España sin darse
cuenta, ofrecen la respuesta, cuando afirman que los atentados tenían por
objeto cambiar al Gobierno, y ¿qué necesidad habría de haber cambiado el
Gobierno si las cosas hubiesen transcurrido de otra manera? En cualquier caso,
lo que no es un futurible y lo que no deja por tanto lugar a duda es que los
cientos de miles de víctimas en Irak no hubieran existido si usted no jugase a
ser el amo del universo.
Olvídenos, señor Bush, continúe con esas
prácticas infantiles de ningunear a nuestro Gobierno. Es lo mejor que nos puede
pasar. En los momentos actuales, la discusión de cualquier problema pasa por
negociaciones con