Eutanasia política

En los medios, el tiempo devora las informaciones. Lo que hoy no es noticia, no interesa. He pensado siempre que con los artículos de opinión no debería de ser así. No tendrían que escribirse con prisas, al ritmo de los acontecimientos, sino cuando estos hubiesen pasado, ya que, para analizarlos, tan importante como ellos son las reacciones que suscitan en la opinión pública o publicada. Por otra parte, ocurre a menudo que, en determinados momentos, un tema quede desplazado por otros de mayor importancia, pero ello no tendría porqué significar la renuncia definitiva a comentarlo. Sea dicho lo anterior a título de explicación de por qué es ahora cuando me dispongo, después de una semana, a comentar algún aspecto del congreso del PSOE.

Los congresos de los partidos políticos cuando están en el poder, al contrario de lo que sucede cuando están en la oposición, son pacíficos, apoteósicos, triunfalistas. No suelen dar mucho que hablar, pues la prensa se interesa únicamente por lo extraordinario. La prueba más palpable es que el titular más reiterado y de mayor relevancia, en este caso, fue el nombramiento de Leire Pajín como secretaria federal de Organización. Zapatero practica de nuevo uno de esos golpes de efecto a los que nos tiene acostumbrados, que tanto le gustan, y que parece que le otorgan buenos resultados electorales: una mujer al frente del Ministerio de Defensa, más mujeres que hombres en el Gobierno, una ministra de 31 años y una secretaria de Organización de aproximadamente la misma edad. No es de extrañar que Leguina, con un tono socarrón, afirmarse que iba a proponer a su nieta por que, joven y mujer, cumplía las condiciones.

Dejando al margen el chascarrillo y más allá de lo que el PSOE de Zapatero tiene de teatral, se está produciendo un fenómeno preocupante en España. La existencia de una cierta eutanasia política, bien sea por abandono del propio interesado, bien porque muy pocas carreras políticas resisten sin quemarse más allá de 8 o 12 años de duración. La realidad es que a partir de una cierta edad es totalmente improbable que alguien pase a asumir responsabilidades importantes, es más, si las tiene, las condiciones suelen obligarle a abandonarlas. Por el contrario, el ser joven, al igual que ser mujer, parece constituir actualmente un requisito para escalar los puestos más relevantes en el ámbito político.

El hecho no parece justificable ni que tenga parangón con otros países de nuestro entorno. La única explicación plausible radica en las especiales características que han rodeado el desarrollo de nuestro sistema democrático, nacido en la transición después de cuarenta años de dictadura. En el régimen anterior no había “política” en el sentido que hoy la entendemos, por lo que su clase dirigente estaba incapacitada en su mayoría para el proceso que se iniciaba. Eran las nuevas generaciones a las que correspondía pilotar el cambio.

Al primer Gobierno de Adolfo Suárez se le llamó de PNN (profesores no numerarios) en clara referencia a la juventud y falta de mérito de sus ministros. En la transición fue una necesidad. Una generación joven tuvo que hacerse cargo del poder, ya que, en buena medida, las anteriores estaban inhabilitadas. Pero han pasado 30 años y no parece muy lógico que los ministros, los altos cargos, los responsables de los partidos, sigan siendo PNN. En la actualidad, existen muchos “catedráticos”.

Nadie que tuviera una enfermedad grave, a la hora de escoger un especialista en medicina, se decidiría, salvo raras excepciones, por alguien con la carrera recién terminada. Y lo mismo ocurriría si se tratase de escoger un arquitecto para realizar una obra importante. Supongo que en ambos casos los criterios de selección no consistirían en ser joven y mujer; se buscaría la capacidad y la experiencia. No se entiende por qué en política ha de ser distinto. La experiencia profesional cuenta. Bien es verdad que en muchas ocasiones los jóvenes seleccionados llevan en política mucho tiempo, pero entonces quizás es peor, porque puede ser que de lo único que entiendan es de politiqueo y carezcan de cualquier otro conocimiento.